Muy queridas hermanas:
En esta fiesta de familia, donde hacemos memoria de la inspiración del Rosarillo, al recibir la carta circular de Graciela me he sentido movida a comunicarme con vosotras de esta manera, porque sé que muchas personas, hermanas y laicos/as se unen de corazón y juntos volamos a vuestro lado.
Al recordar unidas pero dispersas, este acontecimiento tan significativo para nuestra familia religiosa, el pensamiento y el cariño se va a los lugares donde hay Hijas de Jesús en situaciones de mayor dificultad y cómo no, a Myanmar y a Venezuela, donde os encontráis acompañadas por los laicos con los que sin duda compartís la misión.
Está siendo una etapa histórica muy difícil a nivel global, como sabemos, pero sin duda quienes más lo padecen son las personas en situación de mayor necesidad. Y ahí, con ellas estáis vosotras; no dudo que por duro que sea también experimentáis la convicción de que esos son nuestros lugares por vocación-misión. Y el Señor seguro que os lo confirma.
Sabéis que no estáis solas; la distancia geográfica acerca y hace crecer la unión de corazones y eso nos ayuda a vosotras y a nosotras. Nos gustaría tener noticias directas en algún momento si tenéis posibilidad. Por aquí también intentando cuidarnos con fidelidad a las indicaciones que se nos van dando para ayudar al bien común.
Tiempo para todas de reflexión sobre la realidad que nos envuelve y de sacar aprendizajes nuevos para una situación totalmente inédita. No fue fácil tampoco el momento histórico de Santa Cándida. Ella nos acompaña y estimula. Que sea un 2 de Abril sufriente pero con esperanza.
Muy unidas en la oración y en nuestra común vocación, recibid un entrañable abrazo de hermanas.
María Luisa Berzosa fi