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CUARESMA

marzo 5, 2017

Un tiempo revolucionario nos espolea con la llegada de la Cuaresma. Esta vuelta anual y circular de la Liturgia, acaba por revolvernos y dislocarnos dentro de esta singular olla centrifugadora de la mente puesta en cuaresma.
Su pretensión es la de marear y revolucionar tus despistes y descuidos, para conducirte por un camino apasionante, por un itinerario disciplinado, que contará con tus rudas y estridentes contradicciones, con tus agotadoras sequias y temerosas oscuridades, pero que acabará plantándote, por pura gracia, en lo alto de la montaña de una luz nueva y cautivadora, y de verdes praderas y corrientes de agua viva. Allí te purificarás y limpiarás tu corazón. Esta es una revolución que se espaciará en la mañana de Pascua.
El itinerario cuaresmal parte del principio. Te dice: ‘Mira tus inicios’. Mira el amor con el que fuiste creado y conformado. Génesis 2: “EL Señor Dios modeló al hombre del polvo del suelo e insufló en su nariz aliento de vida; y el hombre se convirtió en ser vivo”. Eso es, eres un ser vivo. Y resulta desbordante comprender este don. Si lo haces, puede cambiar la óptica de tu vida. Has nacido de un aliento gratuito y amoroso, y eso está inscrito en tu genética. Y puede llegar a ser un gozo tal, aunque no puedas reconocerlo, que te convertirá en una gratuidad agradecida. Si reconoces el aliento cálido, de amor divino, que te dio la vida, te convertirás en un ser eternamente agradecido por todo y por todos. Gratitud natural a Dios y a la Vida. Y te pasarás el día, con Violeta Parra o Mercedes Sosa, dando “gracias a la vida, que te ha dado tanto”. ¡Hay tanto amor que ofrecer y repartir!
Es sano partir de lo bueno para afrontar el paso siguiente, para entrar en el desierto casposo del corazón del hombre, ese que desconoces, pero que te lleva a poner o a sufrir la explosión de minas personales o sociales que rompen el equilibrio y distorsionan el paso. “La serpiente replicó a la mujer: ‘No, no moriréis; es que Dios sabe que el día en que comáis de él, se os abrirán los ojos, y seréis como Dios en el conocimiento del bien y el mal’”.
Ser dios puede revolverte por dentro. Te puedes tornar expectante y desconfiado, te puede hacer dudar de la gratitud con la que fuiste creado, de ese primer aliento amoroso que te dio la vida. Ser dios. Ser único. Ser el centro. Una revolución. La centrifugadora es imparable y, al final, puede que insufrible.
Jesús mismo decide entrar hasta el fondo de este sin vivir. Mateo 4: “En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo”. También quiere experimentar esta circularidad increíble. ¿A dónde vamos? “‘Todo esto te daré, si te postras y me adoras”. La loca tentación llega también hasta Él.
San Pablo interviene para poner un poco de luz y sosiego en la Carta a los Romanos: “Pues, así como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo, todos serán constituidos justos”. Y la respuesta de Jesús nos devuelve la esperanza: “Entonces le dijo Jesús: ‘Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto””.
Jesús, pues, te devuelve al principio del principio, al buen rollo de Dios, a su cálido aliento, a la silenciosa confianza en el Padre. Cuarenta días de silencio, de mirar cara a cara a la verdad revolucionaria del amor de Dios, sin tapujos ni engaños, te devuelve la armonía y la calidez de la vida. Y acabas pidiendo con humildad, con el Salmo 50: “Oh, Dios, crea en mi un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme”.
Ese es el camino, el itinerario a seguir en esta Cuaresma, en esta vida cargada de contradicciones y pobrezas sin fin, pero revolucionada positiva y graciosamente por el cálido y novedoso aliento de Jesús, que te invita a caminar con Él por el desierto de esta era secular, y con confianza infinita en el poder del amor, el único capaz de llevarte a la cima del monte santo.
Les vi marchar de la fiesta de la amistad latina, en mi parroquia del centro de Madrid, cargados con una olla roja con una enorme tapadera de un metro de diámetro. Les pregunte a los hombretones colombianos a dónde iban con aquél cargamento. Me dijeron que a Parla. Y me quedé trastocado. Habían venido desde Parla, del otro extremo, de la periferia sur de Madrid, en el tren y en el Metro, con aquella perola increíble, llena de arroz con pollo, y cada uno agarrado a un asa, para que todos pudiéramos compartir el alimento que habían preparado den familia para aquella fiesta. Y, de nuevo, agarrados a su olla, ahora vacía, volvían alegres y felices al transporte público. ¿Por qué lo hacéis?, les pregunté. Por puro amor, padre. Se lo merecen todo aquellos a los que amamos. Y mucho más podemos hacer. Estos hermanos pobres habían llegado a lo alto de la Montaña.
1. Párate. Y para, detén, esa otra olla tuya, que camina contigo, pegajosa e hirviendo siempre en tu mente. Date tiempo. No tengas prisa. Tienes cuarenta preciosos días para cargar con ella en todos los transportes del mundo, y hacerlo por amor.
2. Vuélvete al primer aliento. Gusta del tacto de las manos de la Trinidad que te dieron forma; de su Espíritu que te sigue inspirando el cálido aliento de la vida; que te fortalece en amor para que intentes nuevas locuras de conversión por amor a tu prójimo.
3. No eres un torpe diosecillo. Déjate de pamplinas. No te cierres en tu egoísmo. Sólo Él. Con Él, Dios basta. Relaja tus pretensiones. Sé humilde. Conoce tus cuitas y pequeñeces. Déjate, como los pobres, seguir conformando y modelando por sus manos de amor limpio, como el de los hermanos colombianos.
4. Jesús te sirve de ejemplo en su desierto. Te ayuda a meditar despacio, mirando a los ojos al mal que te asola y centrifuga; y a tomar la determinada determinación de llegar a la Pascua, como la mujer o el hombre nuevo que Cristo ha soñado para ti. Como un hombre capaz de arriesgar por amor.
5. Y en tiempo de penitencias, de contemplaciones, ayunos y turbaciones no hagas cambios raros. Alégrate y perfúmate la cara. Espera con Él en tu desierto revolucionado. Sal de él cargado con una olla de solidaridad. Y Él te irá diciendo paso a paso qué has de vivir y hacer en cada momento de tu vida.

Antonio García Rubio, párroco del Pilar en Madrid
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Twitter: @PNSPilar_Madrid
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