loader image

DE CÁNDIDA Mª DE JESUS EN SU SER FEMENINO Y MATERNAL

marzo 15, 2017

Ha sido una linda sorpresa volver a tener en mis manos, justamente por estos días, una copia de la monografía que elaboré al terminar la Teología en la Universidad Javeriana, en el año de 1984. ¡Treinta y tres años después… ¡ Un trabajo que, hoy miro con verdadero cariño a la luz de mi experiencia como Hija de Jesús y de las tantas oportunidades formativas como se me han ofrecido y que, me hace valorarlo aún más porque aunque fue algo bastante incipiente fue un esfuerzo animado por varias hermanas nuestras, de modo especial por Teresa Lucía fi quien en ese momento terminaba su trabajo sobre las cartas de la Madre –y que tenemos en sus dos tomos- y sin escatimar esfuerzos me envió por correo un borrador del mismo para mi trabajo, como de Jesuitas cercanos que me animaron a escudriñar un poquito en el material epistolar de nuestra querida M. Cándida.
Aunque el tema central era “LA PRAXIS DEL BUSCAR Y HALLAR A DIOS EN TODAS LAS COSAS, DESDE EL EPISTOLARIO DE LA MADRE”, me dio para elaborar también algunos anexos sobre temas que me parecían reflejados en ellas como “el ser femenino y maternal encarnado en Cándida Mª de Jesús”. Y que a la luz del día internacional de la mujer, me animo a compartir algunos apartes del mismo porque para quienes formamos su gran familia, Cándida María fue una mujer auténtica. Tal vez no una mujer instruida en letras pero valiente y arriesgada, de una profundidad y viveza que hoy nos invita a contemplarla como persona que hizo historia. Y que trascendió su propio pueblo natal hasta llegar con el legado que nos dejó a más de 19 países, según la historia congregacional.
“… vemos cómo en su vida se expresa ese ser femenino y maternal y cómo encarna el amor que la abre al espacio de la caridad sin límites… Ella una mujer consagrada, creyente sorprendida por el camino de la fe, seducida por Dios, quien la llama por su nombre a compartir su vida y destino a tiempo completo… optó por vivir en radicalidad las exigencias del Evangelio como el Espíritu le dio a sentir… y exclama: “son vivísimos los deseos que tengo de ser (una mujer) muy buena y por eso te ruego que no dejes de pedir mucho por mí, para que sea todo lo que Dios quiere que sea” (Carta N° 12). ¡Sin duda que no quería ser cualquier tipo de mujer!
Una mujer que vive desde Jesús una fuerte e inconfundible experiencia de paternidad divina, en ella: centro unificador de su vida y que la llama a vivir la fraternidad universal. Cándida Mª vive lo femenino de su ser desde la fuente de sus deseos: Jesucristo. Y se hace creadora de comunión, inspiradora de donación y de entrega universal de un amor gratuito, amando a cada persona en totalidad y libertad, expresándole sus sentimientos profundos: “…siempre pido por todas en mis pobres oraciones y, sobre todo, lo hago con especialidad por nuestra amadísima Teresita. No la puedo olvidar un momento y comprendo lo que Ud. estará sufriendo. Desde el momento en que supe que estaba enferma no dejo de pedir por ella, que el Señor le conceda la salud, sí le conviene…” (Carta 24).
Una mujer que como María –guardando la debida distancia, por supuesto- dice definitivamente Sí a Dios en la fe, al DIOS AMOR que la impulsa a fundar y dar cauce a una congregación: LAS HIJAS DE JESÚS. Para responder, desde él, a una necesidad grande de su tiempo: la educación de la mujer.
Mantiene con sus miembros una relación profundamente estrecha, maternal. Porque es libre, liberada por el Espíritu es capaz de entregar su corazón en amistad generosa, gratuita, fiel, sin miedo y capaz de vivir la grandeza de los afectos humanos, desde la perspectiva evangélica y que no dejan de traerle misterio pascual.
Cándida María fue mujer de amistades profundas y fieles como podemos leerlo en varias de sus cartas (Nos. 15, 22, 143, 188, 193, 194, 234, 358, 472… por ejemplo) En ellas, se ve la fidelidad de sus sentimientos no sólo por lo que expresa sino porque los mantiene hasta la muerte de esos seres queridos, incluso más allá de ella. Mujer cabal, que se convierte a lo largo de su existencia en profecía de vida humana, filial, fraterna pues esto es propio de una mujer que vive en plenitud la riqueza de su ser, que anhela como único compromiso su relación íntima y profunda con Dios y con las y los hermanos: “les deseo a todas que sean muy santas y buenas, siendo fieles a nuestro amado Jesús y Esposo querido de nuestras almas”.
Y una madre que se plenifica en su maternidad, más allá de lo fisiológico, con la profunda cercanía a todo lo humano: a la alegría, al dolor, a la preocupación, a la enfermedad de toda persona pues se sabe apoyada por un amor más allá de sus propias entrañas: “amadísimas hijas de mi corazón…cuidaros mucho por Dios, no seáis que os pongáis malas…”.
El que todas las cartas dirigidas a Hijas de Jesús las empiece tratándoles de “muy amadas hijas”, va más allá de una frase de rutina en su comunicación epistolar. Ha experimentado en verdad su ser maternal, con una excepcional capacidad para amar porque supo vivir su virginidad al estilo de Jesús, potenciando la fecundidad propia de quien más sabe amar en totalidad, a la manera de Cristo, depositando la ternura humana y divina que le fue donada: “quien pudiera hija mía, darles gusto en todo: ¿Quién mejor que una madre desea remediar las necesidades de sus hijas…? (Carta 192).
Fue una mujer madre que hizo visible el rostro materno de Dios en la cotidianidad de su vida, amando de verdad, con el amor que Pablo nos señala de amar sin medida, saliendo de sí para buscar el bien de todos y de manera especial la de las HH que compartieron con ella la gracia de una misma vocación y para quienes deseaba y quería el mejor de los bienes: “Ya pido por todas, y ¿cómo no? Son mis hijas y las quiero a todas muy santas (Carta 190). Una madre que ante la palabra amorosa del Señor, respondió en la Iglesia con la fidelidad que pudo, desde su vocación de mujer creyente con la que Dios la embelleció.

Teresa Ramírez Gélvez fi

Relacionados