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Domingo de Ramos, tiempo de Dios

abril 8, 2022

El pasado miércoles de ceniza, Graciela nos invitaba a “hacer una lectura pausada y orante del mensaje del Papa para esta cuaresma”. De él destacaba:

No nos cansemos de hacer el bien porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo. Por tanto, mientras tenemos la oportunidad, hagamos el bien a todos” Ga. 6, 9-10 a. 

Muchas veces nos pasa que dudamos de qué es el bien, qué es lo bueno, qué debo hacer… ¿Quién nos enseñará qué es el bien? 

Podríamos llamar a la Semana Santa la escuela del bien. Te invitamos a aprovechar el evangelio de cada día para mirar a Jesús y dejar que te enseñe qué es hacer el bien.

El Domingo de Ramos es el tiempo de Dios. Cae en la cuenta de que la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén no deja de ser una entrada humilde. Humilde porque entra a lomos de un animal “poco elegante”, de la vida cotidiana, del trabajo en la tierra, acostumbrado a la carga, al sol y a la lluvia. Humilde porque se deja aclamar pero no se lo cree, no se lo apropia, no se regodea en ello, se suma a la alegría de la gente pero no se deja llevar por ella. Mantiene, como diríamos nosotros, los pies en el suelo. Sabe su misión, sabe su destino, sabe Quién es su centro.

Pero el evangelio de la misa de este día no es la entrada en Jerusalén (que sí se lee al comienzo) sino la Pasión del Señor. Este el misterio central de la fe cristiana, de la comunidad, que iremos asimilando a lo largo de la semana. La Pasión que culmina en la Resurrección.

Tenemos, pues, como una doble entrada al misterio. La de Jesús en Jerusalén haciendo fiesta con la gente, pero que, realmente, es la entrada en la Pasión. La alegría de este domingo tiene que ver con una pasión entera. La alegría profunda y serena de quien ha descubierto que su vida la lleva el Señor.

Esta pascua del 2022 nos invita a ponernos ante la vida como se pone Jesús ante la aclamación y ante el sufrimiento. La aclamación no se la apropia, el sufrimiento ni lo rehuye ni lo devuelve. Lo asume y, así, lo transforma en fuente de vida para su madre, para Juan, para el que está ajusticiado junto a él, para el centurión romano y para cada uno de nosotros.

Pidamos la gracia de que, siguiendo de cerca a Jesucristo, comprendamos cómo nos llama a cada uno a hacer el bien en este tiempo nuestro traspasado por el Covid, por la guerra, por agresividades injustificadas, por abusos indignantes, por dificultades personales de todo tipo, por… Añada cada uno sus circunstancias y deje que la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús las ilumine. Y, al iluminarlas, aparezcan los caminos que nos lleven a dar esperanza, alegría y consuelo.  

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