La libertad, camino de esperanza
Continuamos recorriendo, poco a poco, el Mensaje del Papa en esta Cuaresma en la que nos invita a ir al desierto de la mano de Dios, como hizo el pueblo de Israel en el Éxodo, para dejarnos guiar a la libertad.
Quisiera señalarle un detalle de no poca importancia en el relato del Éxodo: es Dios quien ve, quien se conmueve y quien libera, no es Israel quien lo pide. El faraón, en efecto, destruye incluso los sueños, roba el cielo, hace que parezca inmodificable un mundo en el que se pisotea la dignidad y se niegan los vínculos auténticos. Logra mantener todo sujeto a él.
Preguntémonos: ¿deseo un mundo nuevo? ¿Estoy dispuesto a romper los compromisos con el viejo?
Esto nos quiere enseñar la primera lectura de hoy: para Abraham, Dios es lo más importante. Él está dispuesto a romper los compromisos con el viejo mundo. ¿Y yo? ¿Qué compromisos me atan? ¿Qué o quiénes son mis faraones?
El testimonio de muchos hermanos obispos y de un gran número de aquellos que trabajan por la paz y la justicia me convence cada vez más de que lo que hay que denunciar es un déficit de esperanza.
De otro modo no se explicaría que una humanidad que ha alcanzado el umbral de la fraternidad universal y niveles de desarrollo científico, técnico, cultural y jurídico, capaces de garantizar la dignidad de todos, camine en la oscuridad de las desigualdades y los conflictos.
Para pensar y orar:
- Es Dios quien ve, quien se conmueve y quien libera. ¿Qué veo yo? ¿Qué me conmueve? ¿De qué me quiere liberar Dios?
- Lo que hay que denunciar es un déficit de esperanza. ¿Cómo ando de esperanza? ¿Qué deseo? ¿Cuáles son mis sueños?
- Una humanidad que camina en la oscuridad de las desigualdades y los conflictos. ¿Qué aporto a esta humanidad? ¿Trabajo para mantener lo que hay o para la igualdad, la inclusión y la paz?