¡Feliz día de Santa Cándida! Hemos llegado al final de las catequesis sobre el discernimiento. Las hemos recorrido junto a la Madre Cándida e intentando escuchar qué susurra el Espíritu hoy en nuestro corazón.
Que, como nos invitaba Graciela en la inauguración del Espacio expositivo de Santa Cándida, esta celebración conduzca nuestra mirada interior al presente y a lo que deseamos trabajar con esperanza, que despierte, más que nuestra admiración y gratitud, la pregunta por lo que puede llevarnos, más allá de nosotros/as mismas, a mejorar nuestro mundo; que ilumine las búsquedas que cada uno de nosotros vamos haciendo en nuestro propio tiempo; que nos descubra unas claves “contrastadas” para afrontar el presente y aun el futuro; que nos ponga en conexión con una confianza vital capaz de hacernos “santos”, hombres y mujeres de Dios, abiertos a lo que necesita quien está cerca, o más lejos.
Os dejamos la última catequesis, sobre el acompañamiento espiritual. Recuerda que es muy fácil engañarnos si vamos solos. Santa Cándida siempre buscó con quien contrastar lo que vivía, lo que rezaba, lo que sentía y las decisiones que tomaba. ¿Quién te acompaña a ti en esta aventura de seguir a Jesús y construir Reino?
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Resumen de la catequesis
Hoy finalizamos el ciclo dedicado al discernimiento, y lo hacemos hablando del acompañamiento espiritual. Dejarnos acompañar, es decir, confrontar nuestra vida con otra persona que tenga experiencia en este ámbito, estando abiertos —tanto el acompañado como el acompañante— a la acción del Espíritu Santo, es de gran ayuda para conocernos a nosotros mismos y poder así desenmascarar engaños, confusiones o dudas que impidan nuestro seguimiento del Señor.
La persona que acompaña no sustituye a Dios, sino que camina junto a la persona acompañada y la anima a leer lo que se mueve en su corazón, que es el lugar privilegiado donde habla el Señor. El modelo por excelencia en el arte de discernir y acompañar es la Virgen María. Ella habla poco, escucha mucho y medita en su corazón. Lo hace con humildad, sin considerarse experta o autosuficiente. María, discípula y misionera, nos enseña a no tener miedo, a alabar a Dios en cada circunstancia de nuestra vida y a “hacer todo lo que Él nos diga” (cf. Jn 2,5).