María Antonieta Hernández Porcel, Hija de Jesús, de nacionalidad boliviana y con más de treinta años en la comunidad, vive en el departamento de Cochabamba, con un grupo de jóvenes, en el campo, en un internado, cerca de Capinota; para dar a esos jóvenes la oportunidad de estudiar secundaria, de aumentar el nivel cultural de sus familias y de su entorno. Semanas antes de profundizar en el curso, aprovechamos su paso por Lleida para conversar con ella.
-Hermana Tita ¿Por qué has venido?
-Vine aquí porque mi Congregación me ha regalado la oportunidad de hacer un curso de Inmersión Ignaciana, en Manresa. El objetivo principal es reforzar lo que soy, reforzar mi fe y mi espiritualidad. Estoy muy entusiasmada, con muchos deseos de recibir los dones que el Señor me va a regalar en este tiempo. Voy a estar un mes y medio con esta propuesta. Mi deseo más grande es llegar a Bolivia con esta experiencia recibida y compartirla con maestros, estudiantes, con gente de mi entorno… Compartir lo que Dios hace conmigo y lo que hace con cada uno de nosotros, porque la vivencia de la fe es descubrir que Dios está tan presente, y que su proyecto es que busquemos la felicidad juntos para la realización de su Reino. Y para mí, mi fe se va a fortalecer creo, con la realización de este curso. Para eso vine.
-¿Cómo nos ve hermana, con el poco tiempo que lleva aquí?
-Hemos ido a pasear por las calles de Lleida. He visto gente que vive su vida tan sencilla, tan tranquila, que se desarrolla en una ciudad donde he visto casas grandes, edificios, mercadillo,… Me han llamado mucho la atención los migrantes que también tienen mucha oportunidad de poder ser. Y que tienen oportunidad de mantener su cultura, aunque con la dificultad del trabajo. Me ha sorprendido la acogida que dan a lo diferente. No he visto rechazo, pero sí que estoy sorprendida de tanta migración.
-Hermana ¿Cómo podemos ayudarnos en la vivencia de la fe, tal como se vive en Latinoamérica y como la vivimos aquí en Europa?
-Cómo se vive en Europa casi no lo conozco, pero el cómo podemos ayudarnos, teniendo presente lo que he compartido con los voluntarios europeos que van al internado, creo que debería ser fomentando la relación, cuidando la humanidad que tenemos que, como es un don, nos permite recuperar nuestro “ser de hijos de Dios” y desde ahí, creo que las cosas vienen por añadidura, porque Dios no se deja vencer en la misericordia. Aquí o allá podemos ser humanos, personas misericordiosas, podemos aceptar a los otros como son y vivir como Dios quiere en este Reino de Dios.
-¿Puede darnos un mensaje que pueda servirnos para vivir nuestra fe aquí y que tenga que ver un poco con la vivencia de su fe en Bolivia, en Cochabamba?
He podido visitar una mañana deportiva en el colegio Episcopal; he visto el deseo de ayudar de las tiendas de Cáritas solidarias con el reciclaje de ropa y complementos; he notado el trato que se dan entre las personas que se conocen… Entonces, creo que tenemos que seguir manteniendo lo que hacemos; que este mundo es para todos; que es la casa común, como dice el Papa; que tenemos que mantener nuestro ser de hermanos en la relación, en el estar sensibles a las necesidades de los demás, y el ver qué puedo hacer desde el lugar donde estoy; quizás no es mucho, pero en cualquier lugar podemos ser fraternos, solidarios, hermanos,… Creo que así tendríamos que ser en cualquier lugar, sea en Europa o en Bolivia. En el lugar donde estemos, Dios es el Dios del amor, de la misericordia. Manifestarlo a Él, creo que es lo más importante. Dejar que Él sea en nosotros, y que siga actuando en nuestro actuar cotidiano.
-Hablemos de la figura de la madre Cándida, su fundadora. Aquí es poco conocida, pero hay una pequeña comunidad de las Hijas de Jesús, en Alcarrás, a las que se conoce como Jesuitinas por tener espiritualidad jesuítica. A pesar de ello, para la mayoría de ciudadanos de Lleida no resulta tan familiar santa Cándida María de Jesús. ¿Podría decirnos alguna frase de la madre Cándida que pudiera recoger este pensamiento del compartir, que usted nos decía ahora mismo?
-Mira, ser Hija de Jesús marca mi vida porque el carisma que Dios le ha dado a mi congregación es un carisma de misericordia y de fraternidad. Entonces, las Hijas de Jesús, aquí, allá, en cualquier lugar donde estemos en el mundo, nos sentimos hijas, y al sentirnos hijas, nos sentimos hermanas de toda persona. La madre Cándida con sus frases nos acompaña, como por ejemplo: “El mundo es pequeño para mis deseos”, es el deseo de que se conozca a Dios, para ser persona; “Dios todo lo quiere”; “Con Dios, a todos los lugares”. El deseo de filiación, de fraternidad, que me da mi congregación a través del carisma de la M. Cándida me hace ser y desear. Decía también la madre Cándida: “Donde no hay sitio para mis pobres, no hay sitio para mí”. Ésta es una de las frases que marca nuestra identidad y nuestro deseo de servicio, allí donde estemos.
-Muchas gracias hermana por atender nuestras preguntas. Le deseamos mucho provecho en su curso de inmersión ignaciana en Manresa y feliz regreso a Bolivia.