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Foro por el Pacto Global en Índico-Pacífico (II): palabras de Graciela

diciembre 21, 2020

Devolución sobre las Conversaciones y palabras de aliento de la Superiora General, Graciela Francovig, en el evento.

Después de escuchar las intervenciones de los diferentes participantes, directivos, padre y exalumno y alumna de uno de nuestros colegios de Filipinas, me queda una grata impresión por la calidad humana y académica, la profundidad espiritual y la asimilación de nuestros rasgos carismáticos desde “Nuestro modo propio de educar”. Valoro el trabajo que Hijas de Jesús y Educadores laicos han hecho y continúan haciendo en Filipinas. Se percibe ahora un fruto maduro.

Todos estamos viviendo el impacto y los efectos de la pandemia por el Covid 19 y, en este contexto, hacen sus reflexiones sobre el Pacto Educativo Global que el Papa Francisco desea impulsar en la Iglesia con los estados civiles y organismos de gobierno.

– El profesor Eleazar Solas nos invitó a “mirar la realidad a los ojos”: la de nuestros alumnos, los que tenemos en el aula cada día y con ellos y desde ellos, velar por el cuidado de su dignidad. Desde la valoración de cada uno por lo que es y puede y ofreciendo las herramientas adecuadas para el crecimiento en la propia autoestima. De esta manera podremos formar personas sanas física, psicológica y espiritualmente. Todos somos amados por Dios que es nuestro Padre. Y estas personas con una buena autoestima pueden lograr mejores inserciones en ámbitos de sociedad. La dimensión social del ser humano hemos de trabajarla desde pequeños.

– Permítanme que destaque la labor del Dr. Lu, exalumno y padre del Colegio de Davao. Nos ha colocado una crítica positiva de nuestro sistema educativo actual al traer como ejemplo el de Finlandia, encontrando valores del evangelio y de NMPE. Me llamó la atención un aspecto que estoy descubriendo como algo universal: ¿Por qué será que los educadores dejan tantas tareas para los niños y adolescentes en los hogares? Esto conlleva una difícil organización de los tiempos de ocio de la familia. Pero es un fenómeno que lo he escuchado en todas las escuelas de, por lo menos, cinco países de América Latina. Hay algunas cuestiones que allí se tiene que prestar atención. El niño no aprende más porque tenga más tareas que hacer en el hogar “para fijar contenidos”. Ha dejado usted otros elementos muy importantes que, por razones de tiempo, no me detengo en ellos.

– Me ha parecido oportuna la reflexión sobre los márgenes y la constatación de los 10 millones de niños que se vieron obligados a dejar la escuela y esos 250 millones de niños en edad escolar excluidos de todas las actividades educativas como consecuencia de la crisis económica provocada por la pandemia. Nos coloca frente a un desafío de la apertura, aceptación y acogida de los más marginados y vulnerables. Agradezco a la profesora Rodhora esta sensibilidad con la realidad de la niñez y adolescencia. Desde el carisma de nuestra Fundadora, la educación de la niñez y juventud, os dejo la pregunta: Familia Madre Cándida – Hijas de Jesús y laicos -,  ¿de qué manera podemos ser respuesta frente a esta situación tan acuciante? ¿A dónde y cómo nos llama el Señor?

– La profesora Edna Giner nos habla de la importancia de la familia como primera institución educadora. Tenemos una gran responsabilidad como Escuela de la Madre Cándida de acompañar y ayudar a las familias que llegan a nuestras escuelas y colaborar con ellas en la educación de sus hijos. Nunca olvidemos que la institución escolar viene a completar la educación que ya se inició en el hogar. Por eso es muy importante que familia y escuela dialoguen mucho, lleguen a acuerdos comunes. Eso dará seguridad en el crecimiento de nuestros niños, los hará crecer en una sana autoestima y los preparará para enfrentar un futuro que es desafiante.

– Agradezco la sensibilidad de nuestra alumna Anezka con la filosofía. Anezka nos pone el reto de la situación de la mujer en el mundo. Y las estadísticas que coloca me preocuparon, me hicieron pensar qué estamos haciendo y qué más podemos hacer. La dignidad de la persona humana hace que la mujer y el hombre tengan las mismas oportunidades y derechos, las mismas obligaciones y compromisos. “Si puedes evitar que un niño menosprecie a otro por su sexo puedes cambiar todo su mundo”. Esta frase me pareció muy contundente. Anezka nos invita a un compromiso a favor de la mujer, y que incide en la educación que brindamos a nuestros niños y niñas. Y esto puede comenzar ahora mismo. Gracias, Anezka, por tu compromiso. Ayúdanos a nosotros a vivirlo de esa manera.

Quisiera subrayar, al final, unos enfoques o aspectos del Pacto que adquieren una resonancia especial en este 150 aniversario que las  Hijas de Jesús nos disponemos a celebrar.

Vivimos unas circunstancias de dolor inmenso, de pérdida,  para miles de personas en todo el mundo. Para una gran mayoría la enfermedad y la muerte se suman a otras carencias anteriores. Celebramos este acontecimiento en un contexto de “cambo de época”, como nos dice el Papa Francisco, educamos a ciudadanos de una época nueva, somos llamados a construir con quienes la van a vivir más plenamente.

Al terminar la eucaristía del día de la Inmaculada, inicio de este año jubilar, haciéndome eco de palabras de la Madre, hacía unas invitaciones que, en cierto modo, voy a repetir, pero desde esta perspectiva del Pacto Educativo global:

– Cuidar unos de otros… La Madre Cándida escribía: “Bajo la divina providencia estamos, y, Dios, como Padre bondadoso, vela por nosotras”. Una manera propicia de hacer vivo este carisma es el cuidado de la entera creación, de las personas y de las relaciones entre unos y otros.

Si educamos para la protección de la casa común estaremos manifestando algo del cuidado que Dios tiene para con todas las criaturas y especialmente para con cada uno de sus hijos e hijas. Estudiaremos y aprenderemos para encontrar otra forma de crecimiento y progreso, que esté al servicio del ser humano. Y la persona, toda persona, con sus capacidades, posibilidades, con la riqueza de ese “carácter” que la M. Cándida quería que conociéramos bien los educadores, estará en el centro, no lo estarán los estándares de aprendizaje o la burocracia u otros elementos que podrían cegarnos respecto de lo principal.

– Vivir en esperanza…, decía el pasado día 8, “Está puesta en las manos de Dios nuestra causa. Somos Hijas de Jesús. Él nos defenderá de todo mal. Esta es nuestra esperanza y no quedaremos confundidas”. La Madre Cándida comparte así su honda experiencia de esperanza. Este regalo de Dios lo expresa con sencillez, es su modo de vivir el evangelio. Educar es un acto de esperanza, dice el Papa Francisco. Cuidemos y seamos coherentes con aquello que nos ha valido y que permanece, más allá de los muchos, profundos y veloces cambios por los que atravesamos, para que los protagonistas del futuro encuentren también sentido, descubran lo que verdaderamente importa y les hace felices. Esperanza que reconoce que este mundo tiene mucha bondad, de la que somos parte, y que tenemos que llevar los unos a los otros.

Desde ahí tiene toda su razón de ser el acoger la iniciativa de los niños y jóvenes, que les ayudemos a descubrir la propia bondad que portan en su interior. De este modo estaremos confiando y también, casi, educando a la familia, como primera e indispensable educadora.

– Tener siempre un horizonte universal: Me expresa, lo sabéis, la frase de la Madre Cándida “El mundo es pequeño para mis deseos”. El mundo, la casa común, la aldea global. Ensanchar siempre el espacio de nuestra tienda, hay lugar para todos.

Todos son también las niñas, su plena participación en los procesos de aprendizaje y sociales. Todos son especialmente los más vulnerables, los menos favorecidos, los que quedaron atrás,  “los descartados”. Todos somos cada uno, los de cerca y los de lejos, en un mundo “pequeño” cuando se trata de llevar la buena noticia del Señor Jesús.

Aprovecho para extender a nuestros hermanos laicos de Índico-Pacífico la llamada que nos hace el Papa a “meternos en los ámbitos que están gritando la necesidad de un anuncio evangélico”, él nos dice: “no tengan miedo, siempre que no vayan solas, vayan con el Señor”. ¡Vayamos juntos y con el Señor!

Con profundo agradecimiento y esperanza añadamos, en nuestra tarea educativa, un eslabón de futuro a esta cadena de la historia que comenzó hace 149 años.

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