Mantener vivo el dinamismo eclesial es uno de los puntos que se nos ofrecen y recuerdan en el documento de la Secretaría General del Sínodo bajo el título HACIA OCTUBRE DE 2024. Necesitamos esa conversión personal e institucional para ir alumbrando esa iglesia sinodal. El tiempo de Cuaresma es propicio para ello.
¿Por qué se nos recomienda esto? Porque como sabemos hay bastantes voces críticas respecto de la sinodalidad. Hay que afirmar que no es una moda, algo inventado ahora, sino que tiene su origen en el Concilio Vaticano II y es la respuesta de Dios para el tercer milenio. Y es el Espíritu quien va guiando esta renovación en la iglesia. No se va a cambiar el fundamento de la iglesia, pero sí el modo de ser y estar, de vivir, la eclesialidad.
Podríamos definir la sinodalidad con dos vocablos: escucha y discernimiento. Y la escucha es a todo el Pueblo de Dios, porque todos hemos sido invitados a este proceso sinodal. Igualmente, el discernimiento necesita de las diversas luces, sugerencias y propuestas; y, si me abstengo de participar, estoy restando mis dones al conjunto. El Cuerpo es uno, como nos recuerda San Pablo, pero tiene muchos miembros, todos distintos y todos necesarios.
Abrir la puerta de la escucha y del discernimiento con total amplitud, sin reducir a grupos, sino a todos, creyentes y no creyentes, porque el Espíritu habla por boca de jóvenes y ancianos, de mujeres y varones, de todas las razas, lenguas y culturas; nuestra Iglesia es universal, no puede cerrar puertas y marcar fronteras, sino derribar muros y establecer puentes.
Y, en esa apertura, una invitación muy especial a los laicos y laicas a reavivar esa vocación cuya dignidad procede del bautismo. Y, desde ahí, ir creando una Iglesia de comunión, no de confrontación entre grupos o tendencias, ni de división, porque estamos llamados a construir una comunidad de comunidades cada vez más parecida a lo que el Señor sueña.
Es una ocasión muy propicia para volver los ojos al Señor, el verdadero fundamento de nuestra iglesia sinodal. No podemos separar ambas realidades: Jesús y su Iglesia. Este proceso sinodal puede y debe ser ocasión de renovar nuestra fe en el Señor y de retomar con mayor vigor el evangelio como programa de vida. Y, a esa luz, no perder de vista los signos de los tiempos, estar atentos a los cambios de hoy.
A diversos niveles se van preparando espacios y escenarios que van señalando el camino hacia octubre 2024 porque necesitamos preparar las herramientas que nos permiten aterrizar temas en esa próxima asamblea sinodal: hay nuevos consultores y consultoras para colaborar en la secretaría general del Sínodo; el Papa también va a nombrar grupos de expertos que puedan tratar los temas que están pidiendo concreciones en la vida de la Iglesia.
Hay congresos sobre la sinodalidad, la comunicación, la misión de la mujer en la Iglesia… Son iniciativas orientadas a que la próxima asamblea vaya concretando temas y situaciones que aparecen como urgentes y necesitadas de una definición.
Mientras recorremos este camino de conversión-cuaresmal-sinodal, no perdamos la confianza en el Espíritu que nos va conduciendo.
María Luisa Berzosa González FI – Roma