Resumen de la catequesis
Podemos pensar: pero ¡qué complicado es discernir! En realidad, es la vida la que es complicada y, si no aprendemos a leerla, complicada como es, corremos el riesgo de malgastarla. Pero el discernimiento no lo hacemos solos. Tenemos ayudas que pueden facilitar este ejercicio del discernimiento.
Una primera ayuda: la confrontación con la Palabra de Dios y la doctrina de la Iglesia. Estas nos ayudan a leer lo que se mueve en el corazón, aprendiendo a reconocer la voz de Dios y a distinguirla entre otras voces, que parecen imponerse a nuestra atención, pero que al final nos dejan confundidos.
La Biblia nos advierte que la voz de Dios resuena en la calma, en la atención, en el silencio. La voz de Dios no se impone, la voz de Dios es discreta, respetuosa, humilde, y, precisamente por esto, es pacificadora. Y solo en la paz podemos entrar en lo profundo de nosotros mismos y reconocer los auténticos deseos que el Señor ha puesto en nuestro corazón. Y muchas veces no es fácil entrar en esa paz del corazón, porque estamos ocupados en muchas cosas todo el día… Pero por favor, cálmate un poco, entra en ti mismo, en ti misma. Dos minutos, párate. Mira qué siente tu corazón.
Para el creyente, la Palabra de Dios es una presencia viva, es una obra del Espíritu Santo que conforta, instruye, da luz, fuerza, descanso y gusto por vivir. Con la Biblia abrimos la puerta a Dios que pasea.
Esta relación afectiva con la Biblia, con la Escritura, con el Evangelio, lleva a vivir una relación afectiva con el Señor Jesús. La Palabra de Dios te toca el corazón y te cambia la vida. Tomemos el Evangelio, tomemos la Biblia en la mano: cinco minutos al día, no más.
Otra gran ayuda, el don del Espíritu Santo, que está presente en nosotros, y que nos instruye, hace viva la Palabra de Dios que leemos, sugiere significados nuevos, abre puertas que parecían cerradas, indica sendas de vida allí donde parecía que hubiera solo oscuridad y confusión. ¡El Espíritu Santo es el que te da vida al alma! Dejadle entrar. Hablad con el Espíritu, así como habláis con el Padre, como habláis con el Hijo. En Él está la fuerza de la Iglesia, es el que te lleva adelante. El Espíritu Santo es discernimiento en acción, presencia de Dios en nosotros, Él te cambia, Él te hace crecer.
En la vida de la Madre Cándida
En las Constituciones de las Hijas de Jesús hay un curioso «estribillo» que las atraviesa: según la gracia con la que las ayudará el Espíritu Santo. Es consciente de que el seguimiento de Jesús es llamada y es respuesta, determinación, esfuerzo… pero, ante todo, iremos adelante con la gracia del Espíritu.
¿Y tú?
¿Has leído las Constituciones desde esta clave? ¿Eres consciente de la presencia del Espíritu la Palabra, en tu vida y en la de las personas que te rodean? ¿Qué provoca en ti esa toma de consciencia? ¿Cambia en algo tu forma de afrontar la vida y de tratar a las personas? Piensas, cuando alguien te es molesta, que el Espíritu también está en ella? ¿Vives desde ahí o desde que sólo tú tienes la verdad plena?
La sinodalidad nos habla de esto, de escuchar juntos al Espíritu. ¿Cómo se va concretando en tu vida esta forma de ser Iglesia hoy?