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Tres años después de la CG XVIII

mayo 4, 2022

Compartimos algunos párrafos de la carta que nuestra Superiora general nos ha escrito a las Hijas de Jesús animándonos a agradecer a la vida, escuchar a Jesús y a descubrir cómo ser artesanas de paz en nuestro mundo. 

Queridas hermanas:

Iniciamos este domingo la tercera semana de pascua. Deseo que el tiempo pascual nos mantenga en esa alegría de la resurrección que queremos para nosotras y para el mundo. La Palabra que nos ofrece la liturgia de hoy nos invita a escuchar a Jesús diciéndonos en qué lugar hemos de echar las redes. Que esa sea la dinámica de la vida religiosa, cuando queremos redescubrir nuestra identidad sinodal: escuchar al Señor, escucharle atentas a todos, ver hacia dónde tenemos que movernos, hacia dónde tenemos que mirar y caminar. Es al Señor a quien queremos seguir y es Su voz la que deseamos escuchar en medio de las turbulencias de nuestro mundo. Tenemos la certeza de que Él no nos abandona y camina con nosotras.

Agradezcamos juntas al Señor lo vivido en estos tres años. La pandemia irrumpió en el mundo entero apenas iniciado el sexenio. Las muertes nos han golpeado, las de nuestras hermanas, familias, amigos, las de la humanidad entera. Cuando después de casi dos años van apareciendo las vacunas y parece que estamos saliendo de esta situación, nos sorprende esta guerra en Europa, estridente por su cercanía geográfica a una parte de la Congregación, por las consecuencias económicas previsibles para muchos pueblos y por la amenaza que puede ser para todo el mundo. La unimos a otros lugares que están en guerra también.

Las guerras nos impactan. Se me hace difícil pensar que el ser humano no respete la vida de otras personas y de otros pueblos y que se mate como se está haciendo… Sin querer caer en simplismos, llego a la conclusión de que al ser humano le cuesta mucho la convivencia o no sabe vivir como civilización pacífica en búsqueda del bien común, del bien para todos. La paz, ese gran don, nos es difícil descubrirlo, trabajarlo desde dentro de nosotros mismos y construirlo.

Fratelli Tutti, la última carta del Papa Francisco, es una constatación de esta realidad. La necesidad sentida de hacernos una llamada a ser hermanos y hermanas habla de que nos está costando mucho vivir de esta manera. Cuántas veces decimos que la vida religiosa tiene que ser contracultural y revelar algo diferente, con sabor a evangelio. Nosotras, ¿cómo vivimos la paz, la unión entre nosotras y con los demás? ¿Nos preocupa el ser artesanas de la paz, generadoras de  comunión, mujeres reconciliadas y reconciliadoras?  Hagámonos estas preguntas junto al Señor y permitámosle que nos revele nuestra verdad. Y, en todo caso, pidamos la gracia de la conversión.

Hace tres años, en un día como hoy, se celebraba la elección de la Superiora general y al día siguiente, la de las Consejeras. Estamos exactamente en la mitad de este sexenio y nos parece que es un momento propicio para agradecer, para recordar lo que hemos vivido desde aquel 2019 y el proceso que vamos haciendo. 

Lo es también para tomarnos el pulso, evaluar algunos aspectos de nuestra vida, tener en cuenta la revisión que nos pide la misma Determinación. Confiamos que el Espíritu Santo nos ayudará a ser fieles a la tradición, inspirándonos múltiples novedades y ayudándonos a vislumbrar hacia qué vida consagrada caminamos hoy, qué presencias transparentan mejor que Dios está en medio de su pueblo y qué pasos es necesario dar. (Det. 18). Estamos preparando un material para hacer ese “examen” y avanzar en el camino. Oportunamente lo enviaré con un pequeño calendario de trabajo.

Graciela Francovig, Superiora general

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