Resumen de la catequesis
Continuamos nuestra reflexión sobre el discernimiento, y para esto puede ayudarnos el ejemplo concreto de un santo: Ignacio de Loyola. Cuando Ignacio estaba convaleciente, después de haber sido herido en una pierna durante una batalla, se dedicó a leer. Él hubiera preferido las historias de caballería, pero en su casa sólo había libros de santos. Sin embargo, leyendo esos relatos, conociendo figuras como la de san Francisco y santo Domingo, sintió que el estilo de Dios lo atraía y lo invitaba a cambiar de vida.
El discernimiento es la ayuda para reconocer las señales con las cuales el Señor se hace encontrar en las situaciones imprevistas, incluso desagradables, como fue para Ignacio la herida en la pierna.
«Cuando pensaba en las cosas caballerescas se deleitaba mucho; mas cuando lo dejaba, hallábase seco y descontento; y cuando en hacer todos los rigores que vía haber hecho los santos; no solamente se consolaba cuando estaba en los tales pensamientos, mas aun después de dejando, quedaba contento y alegre» (n. 8), le dejaban un rastro de alegría.
En esta experiencia podemos notar sobre todo dos aspectos.
– el tiempo: es decir, los pensamientos del mundo al principio son atractivos, pero después pierden brillo y dejan vacíos, descontentos, te dejan así, una cosa vacía. Los pensamientos de Dios, al contrario, suscitan al principio una cierta resistencia —“Esto aburrido de los santos no lo leeré” —, pero cuando se les acoge traen una paz desconocida, que dura mucho tiempo.
– el punto de llegada de los pensamientos. Entendemos qué es el bien para nosotros en el recorrido de nuestra vida. Las reglas de discernimiento nos ayudan a hacer este recorrido. Hay una historia que precede a quien discierne, una historia que es indispensable conocer. Tenemos que aprender a escuchar a nuestro propio corazón para tomar decisiones buenas.
Dios trabaja a través de los eventos no programables y también en los contratiempos. Os doy un consejo, estad atentos a las cosas inesperadas. Aquel que dice: “pero esto por casualidad yo no lo esperaba”. Ahí te está hablando la vida, ¿te está hablando el Señor o te está hablando el diablo? Alguien. Pero hay algo para discernir.
En la vida de la Madre Cándida
Rescatamos un momento de la historia de España que hizo posible que Juana Josefa y el P. Herranz se conocieran. La revolución del 68, que trajo fuertes persecuciones a la Iglesia en España, llevó a la familia Sabater de Burgos a Valladolid y con ellos fue Juanitatxo para seguir cuidando a los niños y encargarse de no pocas tareas de la casa. Poco después, era el Padre Herranz, ya jesuita, quien llegaba a casa de sus hermanos desde su destino en León. Algo así es la síntesis que hace la Madre Cándida de nuestro nacimiento.
Un santo jesuita exclaustrado que ha concebido la idea de fundar una congregación femenina para educar y espera, confiado en Dios, la persona adecuada para realizar con ella este proyecto.
Esta pobre sirvienta, analfabeta casi, que resolvió en su adolescencia ser sólo para Dios, que le mantuvo vivo el deseo a la espera de conocer cuál fuera su voluntad sobre ella, mientras le pedía sus luces con oración y penitencia.
Una respuesta de Dios, recibida por cada uno de forma distinta, sorpresiva y desconcertante, ilógica en lo humano, porque quiso Él que fuera la fe el apoyo primero de esta arriesgada empresa.
Por fin, aquel encuentro providencial, en la iglesia de San Felipe de la Penitencia, de los dos instrumentos a quienes, sin merecerlo por mi parte, Dios había escogido para llevar adelante una obra, que iba a ser, ante todo, suya.
Pág. 43 de «Donde Dios te llame» de Mª del Carmen de Frías, FI
Y a ti, ¿dónde te ha sorprendido Dios últimamente? ¿Qué te ha dicho en las últimas situaciones desagradables? ¿Cómo se te ha hecho presente en momentos objetivos de dificultad o en los que tú habrías deseado otra cosa?