Las Hijas de Jesús, por grande que sea la distancia que las separa y cualquiera que sea el trabajo que realizan, han de sentirse miembro de un solo cuerpo. (Cf. CFI,180)
La Visita Canónica de la Superiora general a Mozambique tuvo sabor y color a encuentro. La tonalidad más fuerte fue gratitud al Dios del encuentro por todo lo que hizo brotar y sentir en nosotras: comunión, alegría, esperanza, confianza, entusiasmo, búsquedas, deseos, retos, desafíos.
Fueron días muy intensos de tocar a fondo la vida y la misión del Cuerpo en este lugar de frontera, en clave de oración, diálogo, escucha, apertura, acogida, con una mirada contemplativa desde el corazón y con el corazón. Fue una oportunidad para compartir juntas los desafíos que nos plantea esta realidad en la que estamos presentes las Hijas de Jesús, como lo expresa el número 4 de nuestra determinación actual:
Hemos mirado al mundo al que somos enviadas, mundo cuya realidad ambivalente reclama ayuda y nos empuja a ser respuesta a algunas de sus más fuertes necesidades. Vemos que la gente, muchas veces, camina sin fuerzas, sin esperanza y hemos recordado que la vida consagrada está llamada a ser bálsamo, aliento, presencia amable, impulso, pregunta sugerente, experta en comunión, vida que transparenta a Jesús de Nazaret.
También fue un hacer memoria agradecida por el camino recorrido en este continente, donde llegamos las Hijas de Jesús a colaborar con otros en el proyecto de Dios. Y en ese mirar agradecido, fue acoger una vez más, que la obra no es nuestra, que somos simplemente instrumentos de Dios, con el deseo de ser fieles narradoras de lo que se nos pide hoy como hijas y hermanas. Nos sentimos invitadas a ofrecer lo que somos, desde el hacer más visible nuestra identidad carismática, de saber que es Dios quien nos sostiene, y que es una gracia congregacional estar en este rincón de África.
…para una tierra sin fronteras, son tus hijas misioneras, son las Hijas de Jesús…
Massiel Castillo, FI
