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Una imagen, una palabra, un mensaje… de Graciela Francovig

mayo 2, 2020

 

Cuando se cumple el primer año de la elección de la Superiora General, nos acercamos a ella para conocerla un poco más y conocer algo de su servicio a la Congregación. Una imagen, una frase, una palabra de este tiempo, un mensaje que nos quiera dejar… Agradecemos a Graciela que, en medio de las muchas ocupaciones que tiene, haya hecho un hueco para compartir con todos nosotros este primer año de camino.

¿Qué imagen, símbolo o frase expresa tu primer año como Superiora General? 

La imagen que expresa, no sólo este año sino mi vida, es la del camino. Y un camino de llanura, donde se puede ver el inicio y no se ve el final del mismo porque este se pierde en un horizonte que siempre está abierto. El camino invita a andar – interna y externamente – El camino es una expresión de estos seis años, transitamos el primero, nos quedan aún cinco. Y contemplo con ilusión y esperanza esa andar que queda por delante.

La frase que hace muchos años me acompaña desde que la descubrí en la M. Cándida es: “En bien de la Congregación daré mi vida”. Fue la frase que elegí para la profesión perpetua. Y hace un año, cuando estábamos en días de conversación entre nosotras, previo a la elección de superiora general y podía ver esto como una posibilidad, esta frase venía una y otra vez a mi corazón y se hacía parte fundante de mi experiencia espiritual.

Si miro hacia atrás esta frase se hizo ‘piel’ en mi vida de Hija de Jesús.  En bien de la Congregación, del Cuerpo universal, quiero ofrecer mi vida en este servicio al que la CGXVIII me envió; como lo hace cada Hija de Jesús en los diferentes lugares donde son enviadas. Y quiero ofrecerla desde lo que soy, con mis dones y mis límites, que me harán humilde y por eso más parecida a Jesús. Quiero entregarla con alegría. Acompañar para que cada Hija de Jesús y laicos vivamos desde el carisma de Cándida María de Jesús y que cuidemos la herencia recibida, haciéndola crecer para que llegue a su mejor expresión, es un compromiso y, a la vez, es un regalo del Señor.

Y aquí traigo otra frase que es mi compañera de camino desde mis años de estudiante en Roma: ¿Adónde me queréis, Señor, llevar? Siguiéndote, mi Señor, no me podré perder». (Diario Espiritual 113, San Ignacio de Loyola) La pregunta que hoy hago al Señor es ¿adónde querés llevar a la Congregación? Y tengo la certeza en la fe que siguiéndolo a Él, en pobreza y humildad, no nos podremos perder.

¿Cómo percibes la situación que vivimos hoy?

La palabra que mejor me expresa para decir de la situación que vivimos hoy es la de ‘un tiempo extraño’. Y cuando digo extraño quiero decir desconocido, sin precedente, y sin saber cómo vamos a continuar. Yo creo que es un tiempo que nos está permitiendo vivir una experiencia diferente, estar dentro de casa, de las comunidades; las familias dentro de sus hogares… No dejamos de sufrir las muertes muy dolorosas de tantos seres humanos, vividas en unas circunstancias de soledad como nunca nos hubiéramos imaginado. Es un tiempo que me hace seguir creyendo en el ser humano, porque en situaciones límites como esta, es capaz de salir lo mejor de nosotros mismos, y lo vemos en las posturas de tanta valentía y altruismo, que nos hacen mucho bien. Es una invitación a seguir creyendo en el ser humano, como Dios cree en él, en nosotros.

¿Qué mensaje nos dejas en este 1 de mayo 2020 a nuestra familia amplia?

El mensaje que deseo dejar a las Hijas de Jesús, mis hermanas, y a los laicos que formamos la familia Madre Cándida es de esperanza, a lo que nos anima este tiempo pascual. Jesús resucitado es su fuente y fin. La esperanza del cristiano es una esperanza teologal, tiene su suelo en la experiencia de fe. Quiero creer que de esta experiencia de pandemia de Covid 19 no saldremos de la misma manera que hemos comenzado. Algo habrá cambiado en nosotros. Y no lo digo de manera ingenua, queda pendiente una reflexión que tenemos por hacer.  Pero algo, aunque sea pequeño, será diferente. Y en eso diferente que ya hay en cada uno de nosotros, me apoyo para apostar que podemos soñar con un mundo mejor, un mundo más parecido a lo que Dios soñó al crearlo, un mundo con posibilidades para todos los seres humanos, con condiciones que dignifiquen a la persona, al ser humano en su condición de hijo de Dios y de hermano de todos. Creo en un mundo en el que todos nos cuidemos: la casa común, las familias, las relaciones, los lugares de trabajo, nuestras vocaciones, la de las religiosas y la de los laicos. Ambos tenemos que cuidarnos para crecer en nuestra vocación.

Tal vez quieras compartir alguna otra cosa…

Una última cosa que me gustaría compartir es esta: desde que comencé a ser Superiora General hasta ahora, en este año, el número de formandas ha aumentado en la Congregación. Se dieron varios ingresos en el año, en unos países más que en otros. Pero están comenzando a surgir vocaciones en países que hasta ahora no hemos tenido: Indonesia, Bangladesh, Puerto Rico… son las primeras etapas, primerísimas. Son jóvenes que desean vivir su vida cristiana, desde el carisma de la M. Cándida, y en este estilo de vida que es la vida religiosa apostólica. Son jóvenes postulantes a algunas de las cuales, por esta pandemia, se les ha cambiado el lugar de comienzo de su formación, de un país a otro… donde no estaba planificado. Inician experimentando la disponibilidad propia de la Hija de Jesús.

La experiencia que atravesamos es una oportunidad. El mundo no podía continuar viviendo en el frenesí en el que estaba, las Hijas de Jesús y los laicos no somos ajenos a ello.  Para vivir con sentido nuestra vocación necesitamos de unos tiempos que esta pandemia nos ha proporcionado y que de otra manera quizás no nos lo hubiéramos permitido. Ojalá hagamos un aprendizaje que nos lleve más al corazón del evangelio y al corazón de la humanidad, allí donde ella está más sufrida.

Gracias por tus palabras, Graciela. Seguimos agradeciendo a Dios tu vida y la de tus consejeras. Las Hermanas y laicos nos comprometemos a realizar esa «reflexión pendiente que tenemos por hacer» para construir ese «mundo en el que todos nos cuidemos»

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