Ya hemos cambiado de mes. Comenzó mayo y seguimos en casa. Confinadas sí; ¿confiadas?, espero que también. Y, para ayudarnos a permanecer, podemos seguir jugando con las palabras: también confitadas… poniendo un baño de azúcar sobre el paso del tiempo para hacerlo más agradable.
¿Hasta cuándo?. No es que la explicación de las fases presentes y futuras sea muy clara, por eso pienso recordando la Biblia “basta a cada día un anuncio” porque antes del siguiente ya se ha cambiado. A veces busco música movida para bailar y que mi cuerpo descanse pero esta danza de las fases me supera… tiene un ritmo demasiado rápido y des-coordinado y no me relaja, al contrario, me pone un poco nerviosa.
El ambiente se va caldeando y no solamente por las altas temperaturas. Hay una meteorología muy particular que altera los organismos. Pero llegó el deseado sábado 2 de mayo y en una de las fases -no importa cuál- ya hay franjas horarias para salir a caminar, no lejos de casa, un kilómetro, con horarios diversos según las edades. Y comenzamos a respirar aire puro, sol radiante y parece que todos los colores tienen un brillo especial. ¡Qué necesidad imperiosa de salir de casa y qué pereza para volver después de una hora! Pero el peligro sigue acechando y conviene ser responsables y acatar las normas por el bien común.
Ya habían comenzado a salir los niños y sentíamos envidia y queríamos hacernos como ellos para gozar de sus privilegios, pero ya hemos podido agradecerlo también a partir de ayer.
Durante la semana se siguen sucediendo muchas iniciativas de formación, para escuchar música, -múltiples conciertos- reuniones de trabajo, encuentros… todo telemático, ¿nos vamos acostumbrando a la pantalla? ¿tenemos que conformarnos con ver nuestros rostros de esa manera? Sí, por ahora, esperamos que no se alargue mucho este modo de encuentro interpersonal. Estamos cerca pero hay que separarse; necesitamos cercanía pero se nos impone la distancia; tiempo de paradojas que parecen irónicas y son nuevas en nuestra vida.
Y la invitación es también a vivir otras experiencias y aprendizajes para el presente y sobre todo para el futuro: cambiar el ritmo frenético, las urgencias, los programas anticipados que nos obligan a ir por delante del tiempo y de los acontecimientos, disminuir la velocidad, cuidar el aire, preservar nuestras ciudades de ruidos y gases contaminantes. Estas lecciones se nos van imponiendo y conviene aceptarlas aunque nos cueste, no tenemos práctica sino de lo contrario.
Y en esta semana que termina hemos celebrado la fiesta del trabajo, recordando que muchas personas comienzan a no poder tenerlo; la crisis económica está llegando con demasiada rapidez, no hay tiempo de reacción; se prometen ayudas sociales, fondos de aquí y de allá, recursos diversos… Pero la persona no solamente va a carecer de sustento económico sino que va a quebrarse su dignidad, sus derechos, sus posibilidades y preparación.
Y no miramos solamente a nuestro lugar próximo, más lejos -solo geográficamente- siguen avanzando las consecuencias mortales de esta pandemia y nuestra solidaridad no puede recortarse. El mundo se nos ha globalizado también con el coronavirus y nos tocan de cerca sus consecuencias, porque nada de lo que sucede en el mismo puede resultarnos ajeno.
Pero hemos terminado esta semana con dos conciertos que quiero destacar: uno solidario a favor de FASFI, Fundación Ayuda Solidaria Hijas de Jesús cuyo objetivo es sensibilizar, formar e informar, a favor de países y sociedades más necesitadas y para el cual 10 artistas, profesores y amigos, nos ofrecieron sus canciones y palabras de esperanza y ánimo para continuar llevando adelante esta obra con mucha energía. Y el otro ha sido un espacio de oración-reflexión con motivo del día de las vocaciones que se celebra este domingo precisamente: gratitud, ánimo, valentía, fatiga y alabanza, palabras destacadas por el Papa Francisco en su Mensaje para esta fecha; tras una breve reflexión sobre cada una de ellas por los artistas, nos han ofrecido sus canciones.
Y también este domingo en España se celebra el día de la madre: a todas ellas nuestra eterna gratitud, con flores de bendición.