Como anuncié la pasada semana, esta es mi última entrega de viajes desde el corazón. Comencé el domingo 15 de marzo y, hasta ahora, cada domingo he ido poniendo palabra a esta situación que nos toca vivir. Pero considero que hay un tiempo para cada cosa: tiempo de hablar y tiempo de callar; tiempo de comunicar y tiempo de asimilar, tiempo de exponer y exponer-me y tiempo de reservar-me.
Me gusta escribir, poner palabra a lo que voy viviendo me ayuda y me permite dejar salir lo que veo y sobre todo lo que siento. No solo narrar, informar, sino comunicar que me parece son cosas distintas aunque se parezcan. Recorrer estas 12 semanas, la mayor parte de ellas, en confinamiento total, ha sido un tiempo privilegiado para dejarme sentir en muchas horas de silencio y poder volcar para mis amigos y amigas mis emociones variadas, siempre de dentro a fuera.
Esta que termina ha sido una de las más intensas a nivel personal pero también he podido ser observadora de lo que va sucediendo en nuestro ambiente en esta época de coronavirus. Y vuelve a preocuparme, y de manera tan fuerte que me produce verdadero dolor, el panorama que están ofreciendo nuestros parlamentarios. Siento gran vergüenza ajena. Un escenario semejante lleno de insultos personales y familiares, sin un mínimo nivel de respeto -no pidamos amabilidad y buen trato, ¡sería demasiado!- es cuando menos bochornoso.
Y esto nunca se puede justificar, pero mucho menos en unos momentos históricos como los que nos toca. No parece tener peso los miles de muertos de lo que nos queda un largo duelo como país; no se tiene en cuenta la cantidad de familias que están quedando sin trabajo, los servicios sociales que se agotan y no podemos seguir respondiendo a las urgencias a todo nivel.
Me pregunto ¿qué necesitan nuestros políticos para unirse, para focalizarse juntos en los verdaderos problemas de la sociedad?. Da la impresión de que se desconoce la etimología de esa palabra, porque los asuntos públicos no merecen atención sino que los personalismos están a flor de piel y usando los métodos descalificatorios más ofensivos y desagradables. ¿Este es el uso que hacen de su poder?. Está claro que el servicio a la sociedad no interesa, no merece atención ¿entonces? ¿a qué nos sentimos abocados como país?. Eso sí, proclamamos por todas partes “salimos más fuertes”… ¿de verdad, esto puede ser creíble? ¿más fuertes en qué: en aplastar, en imponer, en insultar, en buscar lo mío sin tener en cuenta el nosotros?. Creo firmemente que necesitamos entrar antes de salir; entrar en reflexión, en consciencia y responsabilidad, en hacernos cargo de las consecuencias de esta pandemia que no se puede resolver con frases publicitarias.
Sin embargo, junto a este panorama que aparece -¡y lo es!- muy sombrío, también la sociedad se mantiene firme: sanitarios que no dejan de jugarse por la salud de los ciudadanos, educadores que siguen a pie de pantalla impartiendo sus clases, sin dejar de creer y apostar por la educación como herramienta eficaz para personas y sociedades; servidores públicos que se dedican de manera incansable a que este difícil momento sea más llevadero para todas las personas, investigadores que buscan una vacuna que vaya remediando esta pandemia… incontable el número de quienes ejercen la política a pie de calle sin palabras altisonantes, con amabilidad, con verdadera responsabilidad social y buen hacer.
Y esto nos mantiene en esperanza y confianza, este complejo vitamínico que necesitamos en grandes dosis y que no es mágico, necesita mezclar trabajo bien hecho para que se recupere ese vacío laboral que se nos viene, con apuestas firmes por parte de las autoridades. Ojalá saquemos lo mejor de cada persona, esos recursos de resistir para superar, de permanecer para seguir soñando futuro y de que éste tenga la dignidad que como seres humanos necesitamos.
Y no puedo terminar estos relatos sin recordar que hoy celebramos la fiesta de Pentecostés, es decir, la venida del Espíritu Santo, fiesta de la Iglesia, de la vida, de la luz y fuerza de un viento impetuoso; terminan esos 50 días de Pascua que este año ha sido tan especial, seguro que no lo olvidamos.
Y la Palabra de este domingo nos recuerda:
“…los discípulos estaban en su casa cerrados por miedo… y Jesús aparece diciendo: Paz a vosotros…» ¿cómo vamos superando temores que nos confinan en casa y en nuestro interior? ¿de qué manera vamos haciendo una cadena de paz? ¿qué buenas noticias nos vamos trasmitiendo?.
Y por feliz coincidencia también el 31 de Mayo de 1845 nació Santa Cándida María de Jesús. Esta celebración es también virtual pero no menos desde el corazón y muy universal porque los medios así lo permiten; nos conectamos y encontramos en la pantalla porque antes nos hemos conectado en el corazón.
Y termino con palabras prestadas desde hondas experiencias vitales, como la de V. Frankl en su memorable libro “El hombre en busca de sentido”.
– Cuando acepto lo que no puedo cambiar me siento libre.
– En la vida hay tiempo para todo menos para rendirnos.
– Las personas estamos hechas de valentía y esperanza.
Necesitamos también en tiempo de crisis, verso y rima que nos trae la poesía de Unamuno: “A la esperanza”
Esperanza inmortal, genio que aguardas
al eterno Mesías, del que sabes
que nunca llegará, tú la que guardas
a tu hija la fe con siete llaves
y que ante la razón no te acobardas
si no haces a los corazones aves
para volar sobre las nubes pardas
de la fosca verdad, ya en mí no cabes.
¡Muchas gracias por los ecos y mensajes recibidos alrededor de estos viajes! Seguimos caminando en espera y esperanza…
María Luisa Berzosa fi Entrevías – Madrid