Por Carmen Cruz FI
Un retablo lleno de miradas. Miradas entrelazadas y convergentes. Todas dirigidas a una misma meta: Jesús.
A Jesús dirige su mirada, desde arriba, desde siempre, Dios Padre.
Hasta Jesús baja la mirada del Espíritu, de Dios Espíritu Santo, dador de todo bien.
Lo miran los ángeles, criaturas de Dios.
Y, a su lado, contemplan a Jesús sus padres. Su padre adoptivo, José, con una mirada humilde, entregada, fiel. ¿No reflejará su mirada la de quien se sintió descolocado ante el misterio? ¿De quién dudó, vaciló, antes de aceptar en su casa a la esposa con el fruto bendito ya en su seno? Ahora, reconocido hombre con dudas de fe, mira a su hijo con mirada agradecida, llena de paz y de amor. Y con mirada luminosa, ensimismada, mira a Jesús su madre, María de Nazaret, la que desde el primer momento se entregó al Dios misericordia que le pedía su consentimiento para hacer redención.
Lo miran también -desde fuera- Joaquín y Ana. Su mirada es una mirada de sorpresa. ¿Cómo iban ellos a pensar que a través de su hija llegaría a Israel el Mesías?
Todas las miradas convergen en Jesús. Pero ¿a quién mira Jesús? A su madre, sí, a María. No podía ser de otro modo. Se ha cerrado el círculo. Todas las miradas nacen de Dios y confluyen en Dios, en el hombre creado a su imagen y semejanza, salvado por su misericordia infinita, en la nueva Eva.
Entorno al retablo flota invisible otra mirada, la de Juana Josefa Cipitria y Barriola. Mirada hecha de admiración y susto, silencio y respuesta, perplejidad y paz, entrega y miedo, confianza y sumisión. Un 2 de abril de 1869, a la vez que contemplaba el retablo del Rosarillo, la joven sirvienta de Valladolid experimentó la mirada divina y la invitación a ser en la Iglesia la primera Hija de Jesús.
Por Carmen Simón FI
Tenemos muy reciente la Pascua este año. Y recordar que la experiencia del Rosarillo tuvo lugar un día de Viernes Santo, me ha traído al corazón muchas vivencias que la M. Cándida expresa en sus cartas y también alguna pregunta.
¿Fue casualidad o providencia sentir tan vivamente lo que el Señor quería de ella en un día de Viernes Santo? No tenemos la respuesta, pero lo cierto es que a la M. Cándida le marcó este Viernes Santo en ese deseo que ella mantuvo toda su vida de asemejarse a un Jesús que carga con su cruz por amor. Sufrir con Jesús y por Jesús tantos contratiempos, problemas, dificultades, enfermedades, apuros económicos… fue una constante en su vida. Ese Jesús con su cruz, que ocupa el centro del retablo quedaría para siempre marcado a fuego en su corazón. Y también sus Palabras : “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” Mt 16, 24.
Oigamos cómo se expresa en alguna de sus muchas cartas en que nos anima a vivir el misterio pascual de Jesús.
«Aquí me tiene, madre mía, en este su colegio de Tolosa hace ya bastante tiempo, arreglando unos negocios, y no sé cuándo se concluirán, sufriendo por todas partes; pero muy contenta y resignada, porque mi amado Jesús me regala con tantas pruebas. Pida mucho para que no me falte nunca la paciencia y sepa corresponder como es debido a tantos favores como el Señor me dispensa continuamente» C. 89 A Dña Hermitas Becerra. 1895
«… que lo ofrezca todo por amor de Jesús y su santísima Madre de los Dolores, ahora que estamos en el tiempo en que meditamos la pasión de Jesús, nuestro amado Redentor, y los dolores de nuestra Madre Santísima, que ellos le darán fuerza y resignación para sufrirlo todo con mucha paciencia…; que lo reciba como una prueba de amor de nuestro Padre Jesús, que la ama como a su hija querida, y quiere que sufra con Él para que le ayude a llevar la cruz, y esto le granjeará un premio muy grande” C. 386. A Antonia Beloqui, 1910
“Si alguna vez Jesús nos muestra su cruz, también es cierto que nos la cubre de flores, de santa paz, de amor, de fuerza y esperanza” C. 289 A Fray Joaquín Pérez Pando. 1905
Es ese mismo Jesús el que la conduce, con Él, a vivir la alegría de la resurrección en medio de la cotidianidad de la vida y así lo expresa ella:
«Me felicitaba Vd. las Pascuas de Resurrección, deseándome toda clase de felicidad, y especialmente que el Señor me haya comunicado gran parte de su gloriosa resurrección disfrutando de aquella verdadera alegría aún en medio de los trabajos que el Señor me quiera enviar, para que, siguiéndole fielmente en esta vida, después le poseamos para siempre en la otra, sin temor ninguno de perderlo. ¡Qué felicidad!. Las demás todas son engañosas, y mudables, y perecederas, como Vd. dice muy bien.» C. 142.A Josefa González. 1898
Siento que hoy nos felicitaría así la Pascua de 2016, deseándonos una verdadera alegría y recordándonos lo mismo que con tanta fuerza le expresaba a una Hermana:
“En Jesús todo lo tenemos y sin Él todo lo tenemos perdido” C.13 A Antonia Robles. 1889
Por Mª Jesús Esnal FI
“¿Qué resuena en ti este año al contemplar el Rosarillo?” Era la invitación que me hacía Silvia, y la verdad es que en mí sentí deseo de aprovechar esta oportunidad, pues ésta es una experiencia en el proceso de Juanitatxo que, al abrirme a ella, siempre noto que me provoca vida, esperanza, confianza…
Y esta vez, al pararme ante ese “acontecimiento”, notaba que no podía quedarme en él, sino que al imaginarme a Juanitatxo ahí, en esa Iglesia, en ese altar, me invitaba a conectar con todo “su proceso existencial”, con su historia, con su “tierra labrada”.
Quizás es que cada vez voy siendo más consciente que “el hoy de una vivencia” tiene mucho que ver con el “estilo de vida”, con el modo de leer los acontecimientos, dejándose afectar y percibiendo al Dios de la historia que actúa en lo ordinario, que llama y al que le respondo en los pequeños acontecimientos del día a día, de la vida ordinara, y que el aleteo del Espíritu lo percibo desde la apertura de todos los sentidos.
Viviendo así es como imagino a Juanitatxo, por los datos que nos relata su biografía:
– Desde niña viviendo “con lo necesario”, gozando de todo lo que le regala la naturaleza, envuelta en ambiente de fe cristiana.
– Experimentando que el trabajo es necesario, y ello en ella conllevó salir de su pueblo, dejar abuelos, amigos…
– En Tolosa es capaz de “sentir internamente” ante la imagen de San Ignacio, y poner nombre, expresarlo.
– En la etapa de “enamoramiento” siente que en ella es más fuerte “otra invitación”, aunque todavía no la identifica del todo, pero tiene claro que “ella solo para Dios”, el Dios del Reino.
– Y su conexión con lo que “internamente le mueve” es tan pasional, que es capaz de “salir de su tierra”, poner cierta distancia, colaborar con la economía familiar y “seguir atenta a esa llamada de Dios” para identificarla.
– En Burgos son muchas las experiencias que van clarificándole por dónde se manifiesta esa llamada de Dios: integración en la familia Sabater, cuidado de un proceso espiritual acompañado, relación con personas necesitadas hasta jugarse su propio puesto de trabajo, aprendiendo a discernir “deseando y eligiendo aquello que más le conduce a Dios”.
– Y de nuevo la experiencia de “salir”, de Burgos a Valladolid, experimentando en propia carne los avatares de la vida, las consecuencias de la “crisis” socio-política en la familia Sabater, en su propio sueldo… y en medio de todo siempre ese deseo de “reconocer dónde y cómo la quería Dios”…
– Siempre mujer “orante”, desde donde encontraba la fuerza y la esperanza para vivir en ese talante tan humano, dejándose “afectar”, tan encarnado.
Y desde este recorrido existencial ¿cómo estaría viviendo esta joven de 23 años, ese Viernes Santo?, ¿cómo uniría oración-vida?
Desde esta “tierra labrada-preparada”, ese corazón apasionado por corresponder al amor que sentía del Señor Jesús, por vivir desde el sueño de Dios para con ella, como otras muchas veces se puso ante ese altar del Rosarillo, pero esta vez “esas esculturas de José y María con Jesús, el Espíritu Santo y Dios-Padre bajo un arco, y a los costados, San Joaquín y Santa Ana. Sobre el arco central un medallón sostenido por tres ángeles con el anagrama del nombre de Jesús” posibilitaron que ella sintiese con una gran fuerza algo que la descolocaba, le iluminaba, le tocaba lo más afectivo de su ser: entendía con claridad que estaba llamada a “fundar una nueva Congregación con el título de Hijas de Jesús, dedicada a la salvación de las almas, por medio de la educación e instrucción de la niñez y juventud”.
Sí, aquello ni se lo había imaginado, no se le había pasado por la cabeza, pues… no se sentía capaz. Sin embargo, eso mismo le daba pistas de que no era cosa suya, sino de Dios; por eso esta experiencia siempre fue una referencia en su vida, ahí vivió una “moción central” en su historia.
Y hoy, en nuestro hoy, donde los acontecimientos socio-políticos, la crisis económica, de valores, donde hay tan diversos modos de vivir la “religiosidad”, en esta cultura tan plural, en la que Dios sigue haciendo historia de salvación, y sigue llamándonos, tiene un Sueño para las Hijas de Jesús de hoy, al recordar este “Cardoner” de Juanitatxo, en mí resuena esa invitación a preguntarme ¿qué estilo de vida vivo/vivimos?, ¿mi oración está conectada al Dios de la vida, de la historia, de la realidad tan gritante? ¿intento/intentamos ser persona unificada, “despierta” con deseo de seguir escuchando al Dios que me sigue llamando y al que le respondo en la vida ordinaria?, ¿vivo/vivimos en la dinámica de “solamente deseando y eligiendo aquello que más nos conduce a Dios?”.
Gracias de nuevo, Silvia, por haberme regalado esta oportunidad de revivir lo que Juanitatxo pudo “sentir y gustar internamente” a sus 23 años.
Por Pepita Soler FI
Quizás como otros días, Juana Josefa oraba ante el altar del Rosarillo. Se adentraba en el Misterio que la habitaba. Misterio acogido que abrió en ella todas las potencialidades. Aquella experiencia da forma a su llamada. Encuentro que abre un futuro que recorrerá como proceso. Es invitada a ir y mirar y responder al mundo desde los ojos y entrañas de Jesús.
¡Cuántos crucificados, esperaban, sin ella saberlo, su sí, como una nueva anunciación, pues sus deseos de vida iban a depender de su respuesta..
Aquella experiencia desborda todo lo que ella pudo soñar. No sólo ir a todos los pueblos ser para todos, sino una Congragación formada como signo de comunión universal por todos los pueblos.
Este día, me retrotrae a ese encuentro de la Madre, con la Virgen, en definitiva con Dios. Y recibo una invitación a un nuevo comienzo, tanto en mi relación con Jesucristo, como en el modo de todas mis relaciones.. Me siento llamada a vivir intensamente mi relación con Él, mientras me rozan físicamente tantos crucificados con los que comparto lo cotidiano. Sus miradas y me devuelven a la mirada de Jesús, y su roce y su amistad me conducen a todos los crucificados del mundo.
En cada destello pequeñito de vida en que nos rehacemos juntos me devuelven a la experiencia de la Resurrección.
El Señor, ámbito de Misericordia, nos reubica en la Esperanza.
Quien nos ha convocado fraterniza lo diverso y nos adentra en procesos que como aquel día la madre, tampoco nosotras conocemos, pero que hemos de recorrer, por que el sueño de Dios en nosotras para el mundo que Él tanto ama, supera de nuevo lo que nosotras llegamos a vislumbrar, reconociendo el regalo de saber que el Resucitado es el Crucificado.
Por Celia Amorós FI
El Rosarillo es la fuente fresca, el eco más transparente y puro que nos llega de la experiencia interior de la madre Cándida en cuanto a su vocación de fundadora y en cuanto a la naturaleza de la misma congregación. Un momento en el que se condensan tantas cosas presentes en su corazón desde los meses anteriores y adquieren un nombre, una confirmación. Un momento en el que ella toca el contenido esencial de esta llamada inaudita y lo expresa con palabras sencillas y responde con un salto que va desde su pobreza hasta la inmensidad de Dios, hasta el corazón de Dios.
Para el sentido común no son tan claras en aquel momento las cosas que seguirán, pero ella acoge la gracia de arriesgarlo todo, dejando atrás posibles proyectos personales de una vida religiosa en cualquier comunidad ya existente, y acepta ser guía, ser instrumento para otros, arriesgarse, dar vida y acompañar una nueva, pequeña congregación que lleva el nombre de Jesus, pone su centro en él y busca el bien de las almas.
El Rosarillo en realidad es el nacimiento de la Congregación, dos años antes del 8 de diciembre del1871.
La resonancia que esta fecha produce en mi es el agradecimiento por la llamada a ser Hija de Jesus, por las hermanas que, desde mi adolescencia en el Colegio de Elche hasta el momento actual en Italia, me han trasmitido y me trasmiten tantas veces lo que el Rosarillo significa: la alegría de caminar con Él, el servicio a la fe y al crecimiento de toda persona.
Por Mª Carmen Jiménez FI
Hoy el Rosarillo me habla de Familia, la familia de Jesús y la Trinidad, la gran familia de los cristianos y nuestra familia carismática; la familia de la M. Cándida, de Hijas de Jesús y laicos.
Hoy me habla también de paso de pertenencia para siempre, de votos perpetuos en la congregación de las Hijas de Jesús, los de Nieves, Johana y Massiel.
Hoy ese retablo del rosarillo, como marco de fondo o composición de lugar para Juana Josefa, me habla de moción del Espíritu gestada en la oración, la contemplación, el servicio, el discernimiento con contraste y acompañamiento, moción que espera respuesta y la tiene, y ésta despliega en Vida.
El Rosarillo una vez más hoy, me sigue colocando delante de Jesús… y a todas las que hoy vivimos en misión compartida, en cualquier parte del mundo, delante de todas las Hijas de Jesús y laicos que nos precedieron, caminando delante de Jesus, caminando hacia el otro… buscando más el bien de los próximos, ayudándoles a crecer como personas autónomas, creativas y comprometidas…