…” al fin del mundo iría en busca de almas…”
… en salida… en búsqueda…
Y salta ágil a la diligencia.
Recio el camino: frío, nevadas, hielo pétreo… pocas horas de luz…
Han preparado el viaje con prevención femenina.
Ropa de abrigo: que el Tormes no es el Pisuerga. Que hay fríos en Salamanca, que dejan el río como pista de hielo.
Y para el viaje algo de comer y beber: que a Zamora no se llega en una hora.
La certeza teologal y el entusiasmo juvenil pujan y llevan la delantera.
Ya conocemos a los viajeros: el P. Miguel, Juana Josefa, Cipriana, Petra y Gertrudis.
Dejando atrás la ciudad contemplan la llanura castellana: surcos mecidos por el arado que esperan acunar la sementera de nueva vida.
Tierra dócil, abierta al agua y al sol.
Y al P. Miguel se le ocurre pensar en la parábola del Sembrador… que la mies es mucha… Preocupado y animado a la vez.
Y Juana Josefa habla de Salamanca a sus compañeras. Ya ha estado con el P. Miguel, hace poco, en Octubre; hospedada en casa de Dña Jacoba de Carlos. Les tranquiliza. Ya tienen alquilada una casa y desde Valladolid han mandado algunos suministros… Además el obispo está al tanto de todo. Le ha escrito una carta.
El sol, ya muy bajo, empieza a ponerse rojizo.
Y en tierras zamoranas ya, Petra, comienza a meter baza en la conversación.
Al fin y al cabo es maestra. Y empieza a disertar: la catedral más pequeña y antigua de las castellanas; de estilo románico, dedicada a San Salvador… Haciendo gala de su saber también les habla de Bellido Dolfos. Lo cuenta tan a lo vivo que sus compañeras se indignan con el traidor.
Ya oscurece. Después de tantas horas, la conversación languidece; se adormecen.
Musitan quizá un rosario, antes de espabilarse.
Ya divisan las muy tenues luces de gas de la ciudad. Por fin, la posada.
Rendidos, cena frugal… y a descansar y dormir. Que se hace camino al andar.
Y en este caso hay que madrugar porque de Zamora a Salamanca van a emplear otras siete horas. Y… mucho que bregar por el Reino.
Teresa Zugazabeitia F.I.
Bilbao 05.12.17