Queridas hermanas y laicos y laicas de la Familia Madre Cándida:
Hoy, 31 de mayo, recordamos un día significativo en su vida. En la partida de bautismo consta que nació a las seis de mañana y fue bautizada el mismo día. Celebramos el aniversario de su nacimiento a la vida y a la vida de fe. La coincidencia en una misma fecha de estos dos acontecimientos nos ayuda a ver cómo su historia y la nuestra son el desarrollo de una vocación divina, una llamada que Dios nos hace única y absolutamente personal.
Venimos al mundo con un don, o mejor, somos un don. Cada uno, cada una de nosotras, somos un regalo que Dios hace al mundo, un don que ofrece a todos los demás hijos e hijas suyos. ¡Qué fácil es ver esto en la M. Cándida! Muchos de sus contemporáneos lo experimentaron y lo contaron. Nosotros, ciento setenta y nueve años después, nos alegramos y agradecemos cuando leemos sus escritos, recordamos su obra o pedimos su intercesión. ¿Y si nos miráramos unos a otros como un regalo que Dios nos hace? Quizá llevaríamos también mejor el “sufrirnos unos a otros”, que dice la M. Cándida (MF 329).
En la trayectoria de esta mujer, desde la fecha de su bautismo hasta aquel “tranquilísimamente tranquila” del 9 de agosto de 1912, no hubo nada mágico. Hubo una búsqueda intensa de quien fue todo para ella: “no dejes de pedir mucho por mi para que sea todo lo que Dios quiere que sea” (MF 12); “vivan muy unidas a Jesús, haciendo las cosas solo por Jesús y para Jesús, que es al que tenemos que agradar… confiando siempre en Dios… como Padre nuestro que es…” (MF 463).
La oración la sostiene, la que Dios hace en ella, la que ella pide u ofrece a las demás. En la M. Cándida la oración es una constante. El Papa Francisco ha dicho que la oración es comparable a un “respiro del alma”[1]
Precisamente este año lo dedicamos a la oración, nos preparamos para celebrar el jubileo de la Esperanza. Demos a la oración la importancia que tiene en nuestra vida, en nuestra vocación. Dios ora en nosotros. No hay condición, ni de edad ni ninguna otra, para orar. “Jesús no sólo quiere que recemos como Él reza, sino que nos asegura que… siempre podemos contar con su oración. Debemos ser conscientes: Jesús reza por mí”.
La oración nos transforma. Descubramos su fuerza apostólica: “La oración es la primera fuerza de la esperanza. Tú rezas y la esperanza crece, avanza. Yo diría que la oración abre la puerta a la esperanza. La esperanza está ahí, pero con mi oración le abro la puerta”. Abramos la puerta a la esperanza de un mundo mejor, ¡lo necesitamos tanto! Vivamos y trabajemos la esperanza como hijos, como Hijas, abriéndole la puerta, porque “la esperanza no defrauda” (Rm. 5,5).
La Bula del año Jubilar dice que “en el corazón de toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa del bien, aun ignorando lo que traerá consigo el mañana”[2]. Unámonos en esa aspiración común para acercarnos y comprender a quien nos incomoda en la convivencia, o en el trabajo, o en la misión… cerca o lejos. “En la oración, es Dios quien nos debe convertir, no somos nosotros quienes deben convertir a Dios”.
Que la M. Cándida y María, en el día de la Visitación a Isabel y día de la Virgen del Amor Hermoso, intercedan por nosotros y nos alcancen, como ellas, “ofrecer la vida misma, incluso ¡nuestra miseria! Sólo así podremos experimentar la compasión de Dios, que como un Padre viene al encuentro de sus hijos lleno de amor misericordioso”. Y pidamos que disponga nuestro corazón para vivir la CG XIX en esta clave de una verdadera entrega.
Felicidades a quienes compartimos la alegría de celebrar el don que Dios nos ha hecho en Juana Josefa, la M. Cándida.
HH del Gobierno general
[1] Todas las citas, si no se dice su fuente, son del Papa Francisco. Tomadas de “Enséñanos a orar”. Vivir el año de la Oración y preparación del Jubileo 2025. Dicasterio para la Evangelización.
[2] Bula de Convocatoria del Jubileo de 2025