Durante el mes de setiembre he visitado, acompañada de dos consejeras, a las HH del Continente. Sin duda, una gracia del Señor en este servicio. Pudimos encontrarnos con todas, pude conocer las tres comunidades donde hoy estamos presentes y tener, al final de la visita, una reunión con ellas.
Surgen inquietudes y desafíos, deseos de ir a unos lugares y otros. El trabajo con la juventud lo tienen muy bien logrado y otras pastorales y modos de llevarlo adelante, que me hacían ver la diversidad que tenemos en el Cuerpo.
Di gracias al Señor por ver cómo se consolida nuestra presencia allí y, a la vez, los deseos misioneros de este Cuerpo universal ¡Un verdadero regalo del Señor!
La visita a la comunidad de Tailandia ha sido oportunidad de estar en contacto directo con los refugiados de Myanmar, que Tailandia acoge. Ahí la vida está muy amenazada. Cuesta mirar al futuro cuando se llevan décadas en estas situaciones. Pero el Servicio Jesuita a Refugiados, en el que trabajan nuestras hermanas, hace una labor de verdadera humanización y atención a las personas, ayudando a sostener la esperanza. Cuando una ve, toca, escucha, siente la realidad, es imposible que el corazón no se conmueva por el sufrimiento de nuestros hermanos, pero también por la labor maravillosa realizada por las Hijas de Jesús. Son sólo tres y, sin embargo, sostienen la vida día a día. ¡Gracias, queridas hermanas, por hacer presente allí la Congregación y por su entrega a nuestros hermanos tan necesitados!
Carta circular de la Superiora general número 39 – 31 de octubre del 2024