Había unos pastores en la zona que velaban por turnos los rebaños a la intemperie.
Un ángel del Señor se les presentó. La gloria del Señor los cercó de resplandor y ellos se aterrorizaron.
El ángel les dijo:
-No temáis. Mirad os doy una Buena Noticia, una gran alegría para todo el pueblo.
Hoy os ha nacido en la Ciudad de David el Salvador, el Mesías y Señor.
Eso os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.
(Lc 2, 8-12)
Queridas hermanas, hermanos, familias y amigos.
El camino del Adviento nos conduce a Belén y lo recorremos impulsados por la ilusión y la certeza que nos ofrece la memoria del corazón llena de todos los acontecimientos vividos en este año 2025.
Como a los pastores, Dios nos ha regalado señales luminosas que nos han dado una perspectiva nueva en este camino que andamos para llegar a Belén. Estas señales nos hablan de su presencia en nuestra historia, en el quehacer cotidiano y sencillo de nuestra vida. Nos revelan la delicadeza de su presencia en lo celebrado en el Año Jubilar de la Esperanza y en la celebración de la CG XIX, con la hondura de su llamada en medio de nuestros trabajos, nuestros deseos, nuestros tropiezos y nuestras búsquedas.
La Determinación de la CG XIX nos ha abierto un horizonte amplio para seguir respondiendo con esperanza renovada. Ha sido un tiempo fecundo de escucha, discernimiento y confirmación del Espíritu que nos ha impulsado a vivir con mayor pasión nuestra vocación a ser Hijas de Jesús. El Año Jubilar que concluye nos ha recordado la misericordia inagotable de Dios, siempre dispuesto a recrear nuestra vida desde las posibilidades que habitan en nuestro interior.
En este clima de alegría y júbilo, acogemos el anuncio del ángel que nos describe la señal que debemos buscar: encontraréis al Mesías y Señor, envuelto en la pequeñez de un niño y en la sencillez de un pesebre. De nuevo, se acerca a través de su humilde fragilidad. Nos visita y nos invita a dejarnos transformar por su modo de amar. Su nacimiento vuelve a regalarnos la gracia de ser hijas, Hijas de Jesús: llamadas a transparentar su ternura, a abrazar la pequeñez como lugar de encuentro, revelación y a servir con alegría allí donde la vida nos coloca. Un estilo que se aprende a vivir a la intemperie, como los pastores, atentas a las señales que Dios nos ofrece.
En Navidad, escuchamos de nuevo aquellas palabras que cambiaron la noche de los pastores: “No temáis”. En medio de nuestra propia fragilidad, incertidumbre y oscuridad, este anuncio vuelve a recordarnos que Dios se acerca con una luz que no intimida, sino que acompaña y sostiene.
Jesús nos espera en Belén, también en los encuentros cotidianos, en la misión compartida, en los gestos que curan, en las palabras que animan, en las miradas que transmiten esperanza. Como los pastores, también nosotras somos llamadas a dejarnos sorprender por la voz del ángel que irrumpe en el silencio de la noche y la llena de una luz que nos transforma para siempre.
¡Feliz Navidad!
Graciela Francovig, FI, Superiora general,
hermanas del Consejo general y de la comunidad de la Curia




