Hoy, ya en tierra Dominicana, me dispongo a compartir y desandar el largo camino de nuestro paso, como Congregación de Hijas de Jesús, por Venezuela.
Las primeras hermanas llegaron el 24 de septiembre de 1984 con la hermosa misión de regalar con su vida a Jesús y compartir la tarea educativa en red con Fe y Alegría. Fue así como, el 5 de diciembre de 1985, nace la Escuela Técnica Cándida María de Jesús – Fe y Alegría.
Desde aquel 24 de septiembre hasta hoy diversas hermanas, desde Colombia, España, Venezuela y Rep. Dominicana, acompañaron el proceso educativo y la vida de Fe de la Villa del Rosario. Primer lugar donde llegamos y donde permanecimos hasta el final de nuestra salida física. En el transcurrir de este tiempo también se acompañaron escuelas en Tovar, Caracas. Y en Mérida, la casa de Ejercicios Espirituales San Javier del Valle.
Durante estos 38 años de presencia física en Venezuela, somos testigos de la inmensa acogida, alegrías y bendiciones que nos regaló esta hermosa tierra, no solo a las personas que hemos pasado por aquí, sino a toda la Congregación.
Son tantas las cosas que quisiéramos decir que, nos faltan palabras y nos sobran sentimientos. Fechas, lugares, personas, nombres concretos… historias… vivencias profundas… que, juntos, Hijas de Jesús y laicos-as seguiremos llevando en nuestros corazones con profundo agradecimiento al Padre por regalarnos ese sentirnos y ser FAMILIA.
Este compartir misión, evangelio y educación formal e informal se abrió nuevos caminos cuando el 13 de noviembre del año 2000, después de un discernimiento profundo y continua búsqueda cotidiana; la comunidad se traslada a un sector de invasión llamado María Alejandra y, poco a poco, se fue agrandado con las invasiones de 26 de Enero, Simón Bolívar, Los tres Barrios, la Cañada…
Sin dejar la escuela, las hermanas se hicieron vecinas de los wayuu, etnia indígena mayoritaria en estos sectores y los desplazados colombianos. Esta cercanía nos ayudó a escuchar con más claridad sus deseos, anhelos, gritos de vida, derechos, justicia y esperanza. Poco a poco mujeres sencillas y laicos y laicas de la parroquia Cristo Rey y la Diócesis de Machiques se fueron uniendo desde su fe y aporte profesional a la misión evangelizadora. De ese modo, fuimos transitando caminos de crecimiento, solidaridad y compromiso desde lo poco o mucho que cada uno podíamos compartir.
Y fue así como, Hijas de Jesús, laicas/os unidos a la Diócesis y a la parroquia, en escucha continua a la realidad y la Palabra, vimos nacer la Pastoral de la Primera Infancia, los proyectos FASFI, la formación y promoción de la mujer, la educación para adultos (IRFA), la Escuela de teología para laicos, el trabajo en red con CARITAS, HUELLAS, AVESSOC, GUMILLA, FUDEP.
“Y vio Dios que todo era bueno”… Y nos invitó a dejar crecer y multiplicar el carisma y la misión como FAMILIA MADRE CANDIDA. Nos animó a dar paso a la HISTORIA que siempre es salvación. Nos llenó de su GRACIA para vivir en Pascua, soltar apegos y caminar en libertad, como nos recuerda el tapiz wayuu que, lleno de color, vida y fuerza, habla de una alegría honda y muchas veces callada que se regala y se comparte con sencillez evangélica, gritando a los cuatro vientos: “ANIYA MALÉIWA” = Dios sigue aquí. Esta es su HISTORIA. Y luego de un profundo proceso de discernimiento el Espíritu de Jesús nos confirmó al Cuerpo y los laicos y laicas en el deseo de ser instrumentos en sus manos para continuar su misión en esta tierra venezolana desde la Espiritualidad de la Madre Cándida.
Por eso, con gozo evangélico, afirmamos que el 29 de mayo del 2022 no se cerró nada; inició un nuevo capítulo de esta Misión Compartida ahora acompañada por un equipo de laicos y laicas venezolanos que, vinculados a la espiritualidad de Santa Cándida, se han constituido como Asociación Civil Familia Madre Cándida y que están en proceso de aprobación civil según las leyes del país.
Para recordarlo siempre, allí hemos querido dejar este dibujo que humildemente quiere simbolizar lo que ha sido nuestro paso por Venezuela. La Cruz en medio de la Sierra de Perijá. Hemos querido llevar a Jesús, hablar de Él con nuestras vidas, caminar humildemente con Él junto a nuestros hermanos/as. Jesús en el centro. Jesús, que ha ido abriendo nuestros ojos y corazón para acoger y amar lo diferente y nos ha hecho sentir que lo diferente nos ha cambiado y enriquecido. Hemos compartido saberes. Hemos sido hermanas, amigas, vecinas… Hemos gozado y sufrido… Hemos sido, con otros y con otras.
La mujer, la familia, los niños, los jóvenes… Nuestro aporte ha sido ayudar a entender que uno se puede levantar, que juntos lo podemos lograr, que podemos danzar. Es un sueño y también un camino.
Al pie de la Sierra, hay unas pequeñas flores. En esta historia hay mucha siembra, mucha semilla (La Villa, San Javier, Tovar, Caracas) y también frutos que ya están y frutos que, sin duda, seguirán creciendo.
En los últimos días en la Villa, hemos experimentado con fuerza el cariño sentido y agradecido de tanta gente hacia las Hijas de Jesús. Nuestra casa se ha llenado de personas que venían a compartir un rato con nosotras, recordando y nombrando con cariño a cada hermana que ha pasado por aquí.
En conclusión, podemos decir que nuestra historia (dicho en la monición de la Eucaristía de despedida) ha sido y es una historia de amistad y servicio, de construir Reino desde lo sencillo de cada día.
María del Carmen Caballero y Matilde Polanco Álvarez, Hijas de Jesús