¡Feliz día de nuestra Santa Madre Fundadora! Así empieza la carta número 38 de la Superiora general, Graciela Francovig, que envía coincidiendo con la festividad de Santa Cándida.
Y sigue con una reflexión: ¿Qué nos diría la Madre Cándida frente a tantas situaciones que estamos viviendo?
Y, una vez más, sentía en mi corazón que nos volvería a repetir: tengan confianza en Dios, Él es el Padre que nunca abandona a sus hijas. Y nos invitaría a no abandonar a nadie de los que tenemos cerca ni lejos. Nos volvería a recordar que Dios es el Padre que de todas cuida, y nos invitaría a vivir al modo de Jesús, viviendo relaciones de alegría y sencillez, así como de fraternidad universal. Nos animaría a agradecer la llamada a vivir en común y a cuidarnos unas a las otras, sostenernos en nuestras debilidades, con el mismo amor que lo hace el Padre con todos sus hijos.
Confianza en Dios como el Padre que nunca abandona y la llamada a cuidarnos mutuamente con amor, alegría y fraternidad, al modo de Jesús.
En este tiempo de camino hacia la Congregación general XIX, cuidemos del Buen ser del Cuerpo como responsables de una herencia recibida, narrada y vivida por las Hijas de Jesús que nos precedieron[1].
Volvamos hoy nuestra mirada a la Madre Cándida. Transportémonos con el corazón a Salamanca, al oratorio de Montellano, ese lugar desde el cual partió, tranquilísimamente tranquila, a la casa del Padre. Y allí unámonos con la convicción de sentirnos Hijas amadas del Padre, hermanas entre nosotras, hermanas de todos. Que esa sea hoy la mejor manera de homenajear a nuestra Santa Fundadora.
Que, en este día tan especial, el ejemplo de la Madre Cándida nos inspire a renovar nuestro compromiso de vivir con confianza, amor fraterno y sencillez, como verdaderas Hijas de Jesús. Que su legado nos guíe siempre a cuidar de nosotras mismas y de los demás, con la certeza de que somos amadas por el Padre.
Feliz día de Santa Cándida.
[1] Palabras de clausura CG XVIII, pág. 20