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Nuestro Dios es comunión Trinitaria

Jun 14, 2025 | Liturgia - oración, Noticias

Hoy, al celebrar la Trinidad, recordamos que nuestro Dios es amor que se comparte, comunión que se da. Esta fiesta no es un dogma abstracto, sino una invitación a vivir el amor en movimiento, a dejarnos envolver por la danza de la vida divina que nos invita a participar.

En aquellos días, dijo Jesús a sus discípulos: «Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará». Jn 16, 12-15

Este evangelio de Juan es un fragmento del “Sermón de la Cena”. Jesús anuncia a sus discípulos y discípulas que se les enviará el Espíritu, que les aclarará todas las cosas que aún no pueden comprender. 

En la reflexión teológica sobre Dios nos encontramos con la limitación humana. El pueblo de Israel lo sabe muy bien, por eso no se atreve a hacer imágenes de la divinidad, porque no hay imagen alguna de cosas de la tierra que pueda parecerse, siquiera de lejos, a la esencia de Dios.

Una invitación a encontrarnos con la Trinidad. 

La primera invitación es a desprendernos de las imágenes que nos encasillan y reducen el misterio. Pedir al Espíritu que nos lo explique desde dentro, y nos enseñe a vivir desde la experiencia de un Dios Trinidad. Porque lo que sabemos de Dios es gracias a Jesús. Y en Él lo conocemos de tres maneras1 :

1- Como un VIENTO irresistible que empuja la historia del mundo desde dentro, como cuando se hinchan desde dentro las velas de un barco y empieza a navegar. Le hemos llamado “el Espíritu”, el viento de Dios. Y lo hemos “visto” soplar poderosamente en el mismo Jesús, y lo hemos visto soplar poderosamente en la primera comunidad cristiana. Y lo seguimos sintiendo que sopla en el amor y el entusiasmo de tanta gente buena que sostiene el mundo y nos hace mantener la fe y la esperanza.

2. En Jesús, ese viento formidable era PALABRA. Todo Jesús es para nosotros Palabra: cuando cura y cuando habla, cuando se compadece y cuando se cansa, cuando muere y cuando triunfa, vemos ante todo LA PALABRA. Y no solamente por lo que dice sino por lo que hace, por su manera de ser y de vivir. 

3- Y entonces surge nuestra estupenda sorpresa: cuando Dios habla de sí mismo -en su Palabra, que es Jesús- no habla de Infinito, de Eterno, de Creador, de todas esas cosas maravillosas que nosotros nos imaginábamos. Habla de ABBÁ, de mamá-papá cercano imprescindible, papaito, mamaita, que es lo mismo que hablar de ese médico que se contagia por curar a sus enfermos, que es lo mismo que hablar del pastor que arriesga su vida por cada oveja. 

La Trinidad es la expresión del gozo de Dios

La segunda invitación, es dar un paso más, luego de contemplar lo que Jesús nos mostró, ahora somos invitados a entrar a ese misterio. La imagen que nos puede ayudar es la de contemplar a la Trinidad como danza divina de tres personas 2 que se aman unas a las otras y se acogen de manera tan plena que cada una de ellas se vuelve “una” con las otras. 

Eso significa que Dios no es sólo diálogo (comunicación verbal, palabra compartida), sino comunión y comunicación total: cada persona existe solamente en la medida que camina (avanza) hacia la otra, ocupando su lugar y habitando en ella. Es decir, la Trinidad es itinerario de una persona a la otras, presencia de una en otra, comunión del Padre con el Hijo en el Espíritu. Cada persona existe en sí recibiendo y compartiendo el ser desde y con las otras. Por eso, la Trinidad es la forma suprema de comunicación, de presencia de cada persona en las otras. La Trinidad ofrece un modelo de comunión social para el mundo, es decir, para los hombres y mujeres, los mayores y los niños, todos en el gran baile de la Vida. 

Formamos parte de la “danza” de Dios. El deseo de Dios es que hombres y mujeres se sumen a la danza de amor íntimo de la Trinidad, dirigiéndose unos a otros en amor, de manera que nos demos cuenta de la interconexión fundamental de unos con otros. Ciertamente, Dios nos ha invitado a participar en esta danza divina; pero nosotros hemos dudado: no sabemos si queremos o no queremos aceptar la mano de Dios para danzar con él. Somos nosotros los que tenemos que tomar la decisión, para decidir el grado de intimidad con el que queremos que Dios dance con nosotros y en qué medida queremos que sea Dios quien dirija nuestra danza. 

¿A qué me invita esta fiesta de la trinidad?

¿Qué me dice hoy este misterio de la Trinidad? No como una idea abstracta, sino como una invitación concreta a vivir desde la comunión, el amor compartido y la apertura al otro. Porque este Dios Trinidad no se contempla desde lejos, sino que invita a participar de su danza eterna de amor.

Te invito a detenerte un momento y preguntarte:

  • ¿A qué imágenes de Dios necesito renunciar para entrar con libertad en este misterio?
  • ¿Estoy dispuesto a dejarme llevar por su música, a entrar en esa danza divina donde el Padre, el Hijo y el Espíritu se aman y acogen tan plenamente que se vuelven uno?
  • ¿Qué lugar quiero ocupar en esa danza que sostiene y da sentido a la vida?

Que esta fiesta nos ayude a vivir más en clave de comunión, de encuentro, de presencia mutua… a movernos al ritmo del Amor que da Vida.

  1.  Comentarios de José Enrique Galarreta ↩︎
  2. Trinidad, una danza de vida. (3) Perijóresis. Xavier Pikaza ↩︎
Hijas de Jesús
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