En medio de la actual crisis sanitaria que, poco a poco, se va extendiendo por todo el mundo, nuestra Superiora General nos escribe para informarnos de cómo están las hermanas, cómo lo están viviendo en la Casa Curia de Roma y para expresarnos su sentir. Nos dice así:
Queridas hermanas:
Quiero estar unida a todas en medio de esta coyuntura, la pandemia por la que estamos atravesando y que, de diferentes maneras, nos está afectando a todos. En medio de ella, no acabamos de comprender la magnitud de lo que sucede: una pandemia que nos recuerda lo vulnerables que somos, un virus que nos obliga a cambiar nuestras agendas, el ritmo de vida, el orden mundial. Misteriosamente, el impacto por lo que vivimos nos hace reconocernos aldea global afectada por lo inesperado. Todos estamos llamados a salir de nuestros cómodos individualismos y procurar el cuidado los unos de los otros. 1
Hace días escribí una carta circular que no les he enviado porque ya no tiene vigencia lo que en ella comunicaba: organización, planificaciones, viajes y encuentros que quedan invalidados por este ‘nuevo orden mundial’ que nos toca vivir.
Sin embargo, deseaba comunicarme con cada una para compartir aquello que nos está pasando en el Cuerpo, lo que sucede con nuestras hermanas aquí y allí, lo que estamos viviendo en nuestra Casa Curia y lo que esta situación me hace sentir. Una comunicación de hermanas y de familia en un momento que nunca hubiésemos imaginado vivir y que nos posibilita estar unidas en este sufrimiento global. “No estamos ante un enigma, sino ante un misterio, un misterio de fe que nos hace creer y confiar en un Dios Padre que es bueno y misericordioso, que está siempre con nosotros; creemos y confiamos en Jesús de Nazaret que viene a darnos vida en abundancia y se compadece de los que sufren; creemos y confiamos en un Espíritu vivificante, Señor y dador de vida. Y esta fe es un don del Espíritu del Señor, que nos llega a través de la Palabra en la comunidad eclesial”2. Esta cercanía de Dios la encontramos mediada en tantas acciones altruistas, generosas y solidarias de nuestros hermanos del mundo entero.
Podemos ver también cómo nuestras casas, nuestras comunidades y familias se han transformado en ‘pequeñas iglesias’. ¡Cuántos, que no pueden celebrar la eucaristía, tienen un pequeño rincón con la Palabra de Dios y una vela encendida que recuerda que el Pueblo de la Alianza siempre esperó en su Dios!. También nosotras hoy queremos hacerlo, esperar con confianza y serenidad a que esto pase.
Muchas de ustedes me preguntan cómo están las Hermanas en los distintos lugares de la Congregación. En lo que tengo noticias hasta ahora, puedo decir que estamos bien y que, hasta este momento, ninguna de nosotras está ‘infectada’. Los países que peor estamos en cuanto a número de infectados y muertes son, además de Asia, Italia y España. Sí creo que, como ciudadanas, debemos llevar adelante lo que dictaminan los gobiernos de los diferentes países, como también las normas establecidas por los organismos sanitarios. Sin entrar en miedos paralizantes, tenemos que ser responsables en el cuidado de la vida de todos, hacer lo que esté a nuestro alcance. No nos omitamos en una responsabilidad del cuidado. Sabemos, por las noticias, que esta situación también está llegando a otros países, aunque de momento, no en la misma magnitud.
Elegí escribirles en el día de San José por varias razones, es una fiesta grande en la Iglesia, muchas de nuestras hermanas hicieron su primera o última profesión en un día como hoy, muchas hermanas nuestras llevan este nombre y, además, estos días pasados buscando en las cartas de nuestra Madre Fundadora encontré muchas, pero muchas, en las que se refiere a San José. Sabemos de su devoción a este santo. Hoy en la misa de Santa Marta el Papa ha tenido una homilía que puede ser estímulo en nuestra vida. Refiriéndose a San José decía que era un verdadero hombre y tenía la capacidad de, en la cotidianidad de su vida, dialogar con el misterio; un hombre que está en la lista de los que han vivido la fe como el fundamento de aquello que se espera, como garantía de aquello que no se ve. El Papa habla de San José como un hombre que ha sabido entrar en el misterio: “Pienso en la Iglesia hoy, en esta solemnidad de San José, nuestros fieles, nuestros Obispos, nuestros sacerdotes, nuestros consagrados, consagradas, los Papas. ¿Son capaces de entrar en el misterio? ¿O tienen necesidad de regularse según las prescripciones que los defienden de aquello que no pueden controlar. Cuando la Iglesia pierde la posibilidad de entrar en el misterio, pierde la capacidad de adorar. La oración de adoración únicamente puede darse cuando se entra en el misterio de Dios”. (Homilía del Papa Francisco en Santa Marta, 19 de marzo de 2020)
Esperemos con paciencia que llegue otro momento; salgamos de él de una manera diferente, más humanas y traspasadas por el Evangelio; acompañemos a tantas personas que han sufrido la muerte de sus seres queridos. No nos olvidemos de ser bálsamo, aliento, presencia amable (CG XVIII, 4) con los demás, pero también entre nosotras. Y preguntémonos qué novedad hay en la pobreza a la que hoy se nos invita con esta situación mundial.
Les comparto que en nuestra comunidad de la Casa curia surgió espontáneamente la moción de exponer el Santísimo todos los días de 17 a 19 hs. Y allí adorar y pedir por la entera Congregación. Ayer, ante Jesús sacramentado, me uní a todas, pidiendo por cada una, sobre todo por las que se encuentran en situaciones de mayor fragilidad y en lugares más vulnerables. Sentí que en Él nos encontramos. Una vez más vino a mi memoria nuestro entrañable texto de las CFI 136: ‘… según la gracia con que las ayudará el Espíritu Santo, han de tener ante los ojos a Dios como Padre. Se pondrán en sus manos con total confianza, sabiendo que Él vela por sus hijos y los ama… Y con esta misma gracia, procurarán amar con toda su persona a Jesús…’
El tiempo de la Cuaresma es un tiempo privilegiado para preguntarle muchas cosas al Señor, para dejar que Él nos revele aquello en lo que hemos de convertirnos y para probar la dureza del desierto. En este año el desierto tiene un rostro concreto. Pidamos la gracia de ‘sacar provecho’ de esta situación. ¿Qué aprendizajes podemos hacer a partir de una experiencia muy nueva? ¿Qué ha de cambiar en nuestra vida, ahora mismo y después de esta situación? Escucha atenta al Señor, paciencia probada y esperanza serena son las expresiones con las que quiero concluir mi comunicación.