En la fiesta de la Santísima Trinidad, queremos asomarnos a cómo vivió este misterio de fe Santa Cándida María de Jesús, y qué puede decirnos hoy su experiencia creyente.
Para ello, compartiremos algunas ideas recogidas en el texto “Seguir el hilo”, fruto de una profundización realizada por Mª del Pilar Linde FI en 2018.
Una devoción entretejida con la vida
Cuando hablamos de la espiritualidad de Santa Cándida María de Jesús, solemos hacerlo destacando su amor a la Eucaristía, su confianza filial en la Virgen y su entrega total a Dios. Sin embargo, hay un rasgo íntimo, persistente y profundamente significativo que atraviesa su vida: su devoción a la Santísima Trinidad. No como un tratado doctrinal ni como ejercicio piadoso aislado, sino como una actitud existencial de fe, amor, servicio y disponibilidad total a la voluntad de Dios.
La M. Cándida no dejó textos sistemáticos sobre su relación con la Trinidad. Sin embargo, esa devoción estaba viva y presente en sus cartas donde se mezclaban asuntos cotidianos y consejos de fe, y sobre todo, en sus gestos sencillos y en la naturalidad de su vida.
Como bien nos recuerda la espiritualidad ignaciana, la devoción no se limita a los ejercicios de piedad, sino que se vive en todas las acciones y situaciones de la existencia. En M. Cándida, esta devoción se tradujo en una actitud constante de buscar a Dios, reconocer su presencia y acatar su voluntad, como única razón de su vivir.
Un cuadro en su despacho
Varios testigos nos han dejado la referencia a pequeños gestos de Santa Cándida ante un cuadro de la Trinidad que tenía en su despacho. El P. Nazario Pérez relata lo siguiente:
“Tenía un cuadro de la Trinidad en su despacho. Continuamente estaba mirándole, día y noche, y muchas veces juntando las manos en el pecho se quedaba mirando…”
Uno de los testimonios más entrañables recoge lo que la hermana que asistió en sus últimos años contó:
“Tenía frente a su mesa de trabajo un cuadro de la SS. Trinidad. Muchas veces la he visto interrumpiendo su trabajo, levantar los ojos al cuadro y decir unas veces alto y otras bajo:“Oh SS’ Trinidad, Padre, Hijo, y Espíritu Santo…”. “Antes de entrar en su dormitorio saludaba al cuadro con una inclinación de cabeza y dentro de él, antes de acostarse, se volvía a mirarlo y saludarlo por una rendija de las cortinas.
Otra testigo alude al mismo cuadro:
Tenía un cuadro de la S. Trinidad que tenemos guardado, y siempre lo estaba mirando y diciendo jaculatorias,y otra afirma que ante él solía orar con mucha devoción
Elocuente silencio
Sorprende que una devoción tan viva y recordada por la tradición congregacional esté tan poco documentada en sus escritos. Apenas una carta contiene una mención explícita a la Trinidad. Los apuntes espirituales que se conservan son de sus primeros años, los posteriores no se conservan. ¿Los destruyó por pudor o discreción? ¿Prefirió custodiar esos secretos para sí? Es posible.
Lo cierto es que lo que no dejó escrito, su vida lo habló . Los testimonios de quienes convivieron con ella no dejan lugar a dudas: su relación con el Dios trino era profunda, constante y natural.
Esto lo vemos reflejado, de manera especial, al acercarnos a las últimas horas de la vida de la M. Cándida, cuando está próxima a la muerte. Una de las Hermanas presentes aporta este testimonio:
“Al tomar alimentos o medicinas, primero los bendecía, luego los iba tomando a sorbos y a cada uno decía: “En honor del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo, etc.”
¿El etc. final de este testimonio ¿puede darnos a entender que era una jaculatoria habitual y por ello conocida de todas? En el relato que de estos mismos momentos hace el P. Nazario puede leerse:
“Las invocaciones a los santos eran frecuentísimas y, sobre todo, a las Personas de la Santísima Trinidad, invocando el nombre dulcísimo de la Virgen”
Este dato, es de fundamental importancia: No era el momento adecuado para introducir nuevas oraciones, sino el de brotar espontáneamente, lo que más arraigado llevaba en su corazón, en su relación habitual con Dios, por eso en el hecho de que en cada trago la M Cándida invocara a la Santísima Trinidad podemos leer una manifestación de su vivencia trinitaria, de su amor al Dios Uno y Trino que ha estado en el centro de su vida y que está ahora cuando la muerte inminente la va a llevar al encuentro con Él cara a cara y para siempre.
Tres verbos
Desde esa vivencia, podemos intuir tres verbos que resumen su relación con la Trinidad:
- Amar: A Dios por encima de todo, de forma absoluta y confiada.
- Obedecer: A la voluntad divina, descubierta en la oración, los signos y la vida cotidiana.
- Glorificar: Buscar siempre y en todo la mayor gloria de Dios.
Estas actitudes resuenan hoy con fuerza en nuestro carisma, en frases que todas conocemos:
“Yo sólo para Dios”, “Dios lo quiere”, “A mayor gloria de Dios”.
Una herencia viva que nos interpela
Hoy, quienes somos parte de la Familia Madre Cándida, estamos llamados a redescubrir este legado espiritual. No para copiar “lo de ayer”, sino para integrar en nuestra vida y mundo de hoy esa actitud creyente, esa relación confiada y amorosa con el Dios Trino.
Quizá podríamos recuperar con sencillez:
- Invocar más conscientemente a la Santísima Trinidad en nuestros gestos cotidianos.
- Alabar a Dios en las alegrías y dificultades.
- Glorificar a Dios con nuestras elecciones, palabras y obras.
¿Quieres conocer más?
Te invitamos a leer “Seguir el hilo” escrito por Mª del Pilar Linde FI, un precioso trabajo que nos acerca a este aspecto íntimo y luminoso de la espiritualidad de nuestra Santa Fundadora.
Disponible para descarga o consulta en nuestra web.



