Es Pentecostés. Quisiéramos sentir nuestras voces unidas, Hijas de Jesús y laicos de la Familia M. Cándida. Quisiéramos escuchar que sale del fondo del alma un:
Ven, Espíritu Divino, manda tu luz desde el cielo…,
con fuerza, en sintonía con una humanidad y una tierra sedientas de bondad.
Ven, Padre amoroso del pobre, Don, en tus dones espléndido. Te lo decimos con la confianza de que nos vas a escuchar porque eres “Padre de inmensa bondad” y porque ante el pobre te derrumbas. Y somos pobres, Padre, aunque nos resistamos a descubrir nuestra verdad y a dejar que tú la ames, Luz que penetra las almas, fuente del mayor consuelo.
Ven, Dulce Huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua, brisa, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta…: Conoces nuestros trabajos y desvelos, a veces fecundos y otras, baldíos. A veces falta lo básico: la salud o la fortaleza para sostenerse en la enfermedad; la dignidad de un trabajo, del alimento; una mano en el hombro, un corazón que escucha.
Entra hasta el fondo del alma. Porque a veces nos sobra todo, demasiadas cosas, demasiados intereses, demasiados ruidos, demasiado “yo”. Entra hasta el fondo del alma y pon luz donde esas demasías dejan oscuridad, falta de fraternidad y de sentido.
Mira el vacío del hombre si tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento. Disponnos a tu venida y que te abramos el paso porque si no, no sabremos de lo mejor que has puesto en nuestro corazón humano, lo que nos hace sentirnos diversos de dones e iguales como hijas e hijos, confluir para cobijar a quien siente desamparo.
Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo. Lava, infunde calor de vida… Danos lucidez para distinguir la Vida verdadera, que eres tú, de lo que queda en apariencia y no se sostiene.
Ven y acompáñanos a ceder el paso, ceder la palabra, ceder el puesto… Doma nuestro espíritu indómito, guíanos porque torcemos el sendero.
Reparte tus siete dones según la fe de tus siervos. Por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito: que todo nuestro esfuerzo sea que nadie quede atrás, o al otro lado y solo o hundiéndose en el mar.
Salva al que busca salvarse, y todos te buscamos, Jesús; muchos, sin saber el qué y otros, como ciegos, a tientas.
Danos tu gozo eterno. Amén.
HH. del Gobierno general, Hijas de Jesús.