Ya está aquí 2024. Acabamos de recibirlo con la esperanza y el deseo de que venga lleno de retos, proyectos y sueños para ser realizados a lo largo de esos 12 meses que acabamos de estrenar.
Pero tenemos la tentación de querer ver ya todo hecho y resulta que el ritmo de los días, las semanas y los meses por una parte es veloz pero por otra nos permite acompasar el ritmo a nuestro propio plan personal e ir viendo cómo se desgranan esos planes poco a poco, a veces de manera imperceptible.
Me gusta a este propósito la cita bíblica en el libro del profeta Isaías, capítulo 43:
8 No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas. 19 He aquí que yo hago cosas nuevas; pronto saldrá a luz; ¿no lo estáis viendo? Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad. 20 Las fieras del campo me honrarán, los chacales y los pollos del avestruz; porque daré aguas en el desierto, ríos en la soledad, para que beba mi pueblo, mi escogido. 21
El tiempo ya ha pasado, 2023 ha quedado atrás. Se nos regala una etapa nueva para llenarla de vida. Cosas nuevas, brotes que germinan en flores y frutos rebosantes que son palpables a nuestros ojos. Pero también hay otros muy insignificantes, como que nos pasan desapercibidos y sin embargo son anuncio de esperanza, de sueños y proyectos hechos realidad.
La historia de la que somos protagonistas y en la cual estamos inmersos, está preñada de vida; necesitamos abrir los ojos del corazón para descubrir esos signos, esos brotes, ¿por qué no los percibimos?. Nuestra mirada necesita ser purificada para traspasar las apariencias.
Y en este nuevo año continuamos el proceso sinodal. Seguimos profundizando en esas preguntas abiertas a otros tantos temas y subtemas que nos permiten seguir aportando ideas, sugerencias, palabras, vivencias, sumándonos a los aspectos que nos presenta el informe de síntesis: Convergencias – Cuestiones a abordar – Propuestas.
Y no cesan de llegar peticiones para seguirnos preparando a la asamblea sinodal de octubre del presente año: talleres de discernimiento, retiros en clave sinodal, charlas, ejercicios espirituales, liderazgo sinodal… que tienen como trasfondo un deseo de vivir de modo distinto nuestro ser eclesial y para ello el compromiso de sentirnos parte y por tanto corresponsables, como adultos en la fe, con la dignidad común que nos da el bautismo.
Avanzamos despacio pero siempre con la mirada puesta en la meta; los ritmos son diversos, hay piedras en el camino, obstáculos que superar, barreras que derribar pero en el caminar juntos nos ayudamos mutuamente a mantener el espíritu eclesial que nos anima, siguiendo las huellas de Jesús, centro de la vida eclesial y por tanto la de quienes nos llamamos cristianos.
¡Bienvenido año 2024! ¡Bienvenida asamblea sinodal! Queremos recibiros en espera y esperanza. Un nuevo tiempo para una vida nueva. La posibilidad está en nuestras manos. Esa que se realiza en lo cotidiano, en lo que no resalta, pero es anuncio de algo más profundo. ¿Creemos de verdad que algo nuevo está brotando?.
Mantengamos la mirada fija en la Palabra y al mismo tiempo en la realidad de nuestro mundo. Está mezclado el trigo y la cizaña. Necesitamos mucho discernimiento para separar ambas cosas sin confundirnos con las mezclas.
Tiempo sinodal, tiempo del Espíritu; un nuevo Kairós está brotando, ya aparecen signos de vida, siempre pascual, pero que nos llenan de fuerza para seguir caminando. Retos que nos desafían pero Alguien sostiene nuestros pasos.
Seguimos adelante en este Sínodo de la Sinodalidad que se nos regala como una primavera que nos revitaliza, con la suave brisa del Espíritu y nos compromete a dar pasos reales y coherentes.
¡Feliz 2024! ¡Feliz próxima asamblea sinodal!
María Luisa Berzosa FI, Roma.