Antoñita era una mujer muy especial, que dedicó su vida en cuerpo y alma a ayudar a los más necesitados de la sociedad. Para ella, seguir a Jesús y estar al lado de los pobres era una misma cosa, y esa convicción la llevó a darlo todo por los demás.
Desde muy joven, Antoñita se preocupaba por aquellos que tenían menos que ella. A menudo la encontrábamos con el delantal, ayudando a las chicas que trabajaban en su casa a fregar los cacharros o limpiar los zapatos. Y no contenta con eso, algunas noches se levantaba a escondidas para colaborar con las personas que trabajaban en su casa.
Su corazón generoso la llevó a extender su ayuda a aquellos que más la necesitaban. Daba formación a las chicas que trabajaban en las fábricas, enseñándoles a leer y escribir y aconsejándoles sobre la vida.
Con gran determinación y coraje, logró convencer a sus padres de que en su casa se cocinara para las familias necesitadas que pasaban por allí cada día a recoger la comida. Pero su compromiso no se detenía allí, su corazón la llevó a los barrios más pobres de Tolosa, donde conoció a personas como Ambrosia, Joaquina, Genoveva y Maritxu. A esta última, preparó una celebración de 1ª comunión que nunca olvidaría.
A pesar de tener pocos recursos, Antoñita encontraba formas de regalar un poco de alegría y esperanza a los más necesitados. Con sus pequeños ahorros y las golosinas que le daban, lograba arrancar una sonrisa a aquellos que se sentían olvidados y abandonados. Su amor y dedicación hicieron una gran diferencia en la vida de muchas personas, y su ejemplo sigue vivo en el corazón de aquellos que continúan su historia.
Antoñita fue una luz en la oscuridad para aquellos que más necesitaban su ayuda. Su entrega y su amor por los demás son un ejemplo para todos nosotros, y su legado perdura hasta el día de hoy.