Apenas hace unos días que ha finalizado la visita de Graciela Francovig, Superiora general, a Cuba. Cada visita tiene su peculiaridad y así ocurrió con ésta.
La única comunidad que hay en la isla está formada por cuatro hermanas. Aun no hace un año que están allí. Las cuatro son de tres países diferentes y solo una es cubana. A veces la comunicación no es tan fácil como con cualquier otro lugar por el régimen político y por los constantes cortes de luz. Entrar o salir del país es complicado.
Si la visita de la Superiora general siempre es esperada con alegría, estas circunstancias hicieron que la alegría del encuentro fuera, si cabe, mayor. En el pequeño aeropuerto de Santiago de Cuba nos retuvieron una media hora porque no daban con nuestro visado original (íbamos como religiosas), que llevaba la Superiora de la comunidad y estaba al otro lado de la puerta. Hubo alguna confusión entre nosotras y unos Claretianos que no necesitaban visa porque residen allí.
De camino a Bayamo, pasamos por el Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona del país. Después de encomendarle a ella esta visita, a nuestras hermanas y a todo el pueblo, compartimos lo que todos llevábamos “y sobró”, de manera que pudimos compartir también con quien estaba al cuidado del Santuario.
Fernando Vega, Vicario de la Parroquia-Catedral, fue a recogernos en una furgoneta de la Parroquia. Radoslaw Lydkowski (Radek), el Párroco, nos había preparado la comida, haciéndose cargo de que, si las hermanas estaban de viaje, ayudaría que ellos nos invitaran a comer a su casa. También estuvo en la comida el Párroco de Guisa. Fernando y Radek han estado a nuestra disposición para lo que necesitáramos, para llevarnos al Centro de Formación o a visitar el Proyecto Nazaret. Este proyecto ofrece formación a niños de cinco barrios más desfavorecidos.
El saludo a los Laicos de la Familia Madre Cándida se convirtió en un encuentro que daba pena terminar. Más aún, cuando se unieron los jóvenes y abiertamente hablaron del amor a los suyos, a su tierra, de la necesidad que hay de que ellos permanezcan. Pero simultáneamente, hablaron de su deseo y dificultad para salir en búsqueda de un futuro que allí no encuentran posible. Por eso las hermanas son más significativas, porque dejan su mundo “de fuera”, el que ellos añoran y aún necesitan para su desarrollo y formación, con el fin de compartir con los cubanos la fe y la vida. Saludamos también al Obispo de la Diócesis, D. Alvaro Julio Beyra, con su acogida y apoyo incondicional.
Todos estos detalles nos hacen sentir una pequeña Iglesia viva, verdadera comunidad, en la que se comparte y unos se hacen cargo de los otros. En ella, las Hijas de Jesús somos llamadas a ser presencia que ofrece esperanza.
María Teresa Pinto FI.