CARTA DE LA SUPERIORA GENERAL A LAS HERMANAS DE LAS CASAS ENFERMERÍAS Y DE HERMANAS MAYORES
Cercanía, cariño y profundo agradecimiento.
Para el enfermo: apoyo y consuelo. Para quien cuida: agradecimiento. Es un modo de sintetizar lo esencial de la carta, que en el día de ayer, Jornada Mundial del enfermo, Nuestra Superiora General Graciela Francovig, envió a las hermanas de las casas enfermerías y de hermanas mayores.
Cada vez que la Madre General nos escribe es una ocasión de hacer una pausa y escuchar que nos quiere decir el Señor a través de las mediaciones humanas que pone en nuestro camino.
En nuestra vida de mujeres consagradas desde el carisma de Santa Cándida María de Jesús, hay un estilo de vivir la enfermedad y el servicio del cuidado de las hermanas en esta situación. Dice Graciela en su carta:
La Madre Cándida quiso dejarnos el modo en que una Hija de Jesús está llamada a vivir la enfermedad y la debilidad. Desde las Constituciones, “luz y guía” en el camino del Señor, nos dice: “En la enfermedad y la muerte, como en la vida toda, debe cada Hermana buscar que Dios nuestro Señor sea en ella glorificado y servido… Procurará tener ante los ojos el bien espiritual de la Congregación, de la Iglesia y del mundo entero y, en sus actitudes y palabras, demostrar que confía plenamente en la bondad y misericordia de nuestro Creador y Señor, y acepta la enfermedad como gracia de su mano, pues no lo es menos que la salud.” (CFI 181)
Del mismo modo hay una forma de encarnar el envío de cuidar de las hermanas enfermas y más frágiles.
Las demás Hermanas… las atenderán con amor y solicitud, poniendo los medios necesarios para aliviarlas; y, con oraciones y conversaciones, procurarán ayudarlas a sobrellevar con ánimo la enfermedad, a confiar en el Señor y a conformarse en todo con su voluntad». [CFI 182]
Porque así está siendo, la palabra que brota de la Superiora General es un GRACIAS:
A la Delegada para las Enfermerías, Superioras y Hermanas que colaboran en estas casas quiero expresarles mi gratitud y mi “apoyo en la oración”. Están llevando adelante un servicio que la Congregación les agradece enormemente. No olviden nunca que, sirviendo a nuestras hermanas enfermas, están sirviendo al mismo Jesucristo, “ayudando a aquellas por cuya vida Él murió”. (CFI 188)
No se olvida de agradecer también al personal auxiliar externo que colabora en nuestras enfermerías, sin el que no hubieran sido posible estos cuidados.
La pandemia ha puesto de relieve la entrega y la generosidad de médicos, enfermeras, personal auxiliar y cuántas personas colaboran con nosotras; esto lo hemos constatado en unas y otras provincias y también quiero agradecerlo. Sin esta colaboración posiblemente no hubiésemos podido acompañar adecuadamente la vida de nuestras hermanas.
Lee la carta completa de la Superiora General.