Quizá lo hayan leído en uno de los artículos que describen las etapas de la Congregación General: un elemento específico del “modo de proceder” de los jesuitas para la elección de su superior general es aquello que se suele llamar la murmuratio.
San Ignacio insistió fuertemente en las Constituciones que la elección del General se hiciera en un clima de oración y discernimiento, un clima que deje el primer puesto al Espíritu Santo. En este contexto, no hay sitio para los partidos, las campañas, ni los candidatos. De hecho, cualquier jesuita del mundo puede ser elegido General -si bien, habitualmente suele elegirse un hombre de experiencia que haya sido elegido por su provincia jesuítica y que por tanto es miembro de la Congregación-.
Si bien es cierto que San Ignacio privilegió los medios espirituales para la elección, no por ello olvidó la importancia de la inteligencia humana. Los electores deben poder informarse sobre las personas que estimen adecuadas para asumir el gobierno universal de la Compañía de Jesús. Ignacio propuso un método único, un período de algunos días durante los cuales los electores charlan entre ellos acerca de las personas que consideran que podrían llegar a ser superior general. No se puede hablar más que con una persona a la vez; no se pueden formar grupos de discusión en esta etapa. En estos momentos de intercambio de información, cada uno a su ritmo, frecuenta la capilla para rezar lo que va reteniendo de sus conversaciones.
La murmuratio es esencialmente vivida de forma confidencial dentro de la Curia y durante este periodo no se puede preguntar a los electores sobre aquello que están viviendo o intercambiando y que, guiados por el Espíritu, acabará llevándolos a votar a tal o cual jesuita. Con todo, nos hemos atrevido, a pedir al P. Charles Chilinda, de la provincia jesuítica de Zambia-Malawi, que nos hable de lo que recuerda de la murmuratio de 2008. En efecto, el P. Chilinda –actualmente miembro del equipo de vídeo de la CG 36- fue delegado de su Provincia en la última Congregación, aquella que eligió al P. Adolfo Nicolás. Esto fue lo que nos confió:
“Entre los jesuitas presentes, yo no conocía más que a algunos miembros procedentes de África y de los Estados Unidos. Comencé a encontrarme con unos y otros delegados y en seguida sentí una gran apertura y disponibilidad. Oí hablar de jesuitas a los que no conocía pero en poco tiempo, me había podido hacer una imagen bastante clara de esos hombres. Como profesional del mundo audiovisual, diría que partí de una imagen desenfocada que poco a poco se volvió nítida. Charlé con algo más de una veintena de compañeros y pasé mucho tiempo en el silencio de la oración. En ningún momento sentí que me presionaran hacia tal o cual candidato; había un fuerte clima de libertad”.
La Parroquia vino a casa
“¿Estoy seguro de que Dios me ama?” El domingo de Cristo Rey, último domingo del año litúrgico, por la tarde, tuvimos...