Era febrero; comenzaba un nuevo curso escolar 1996-1997; Juan Luis Moyano sj fue a buscarme a casa para que iniciara con él Fe y Alegria en Argentina, acababa de ser nombrado Director y necesitaba equipo. Yo no me veía capacitada para ello pero él insistía y mis razones no acababan de convencerle, siempre me presentaba otras motivaciones. Cansado de no llegar a conclusiones en nuestro diálogo acudió a mi superiora provincial -soy miembro de una congregación religiosa, Hijas de Jesus, dedicada a la educación- para insistir en que me convenciera… ahí me tocó obedecer y entré «resignada» a este Movimiento Fe y Alegría. Comencé a encargarme de la pastoral, atención a alumnos, docentes, familias…
Nos fuimos exteniendo por el país y me impactó mucho nuestra primera visita a Salta; un descampado donde iban a ir multitud de familias, sin casa, sin agua… cuando nos reunimos con las familias nos dijeron «necesitamos escuela para nuestros hijos, la más próxima esta a dos kilómetros y hay que travesar las vías del tren, no pueden acudir…». Confieso que volví a Buenos Aires muy impactada; cómo era posible que esas personas sin casa, sin nada, nos pidieran únicamente escuela para sus hijos; me parecian gritos que no podíamos dejar de escuchar»… Así poco a poco, tocando de cerca las realidades, me fuí «apasionando» por esta obra. Tuve la suerte de estar alli 7 años antes de pasar a Italia para trabajar en Roma con FyA cuyos destinatarios eran inmigrantes latinoamericanos que podían estudiar mientras trabajaban.
Fueron años de fuertes desafíos, de no pocas dificultades pero siempre he creído en la educación como la mejor herramienta para trasformar personas y sociedades; y asi trabajando en equipo, encontrándonos con otros equipos de América del Sur, más próximos, nos fuimos sintiendo pertenecientes a una familia más grande -como es la Federación Internacional- fuimos abriendo caminos para seguir educando.
Ahora tengo la inmensa suerte de colaborar en Entreculturas Madrid, y sigo «apasionada», consciente de que sigo siendo parte de esa gran familia que se deja afectar por la realidad, la mira con entrañas de compasión y sigue lanzada a continuar sembrando esa semilla, esa chispa, que nos abre a un inmenso árbol con sus frutos, a un incendio que sigue abrasando mi corazón.
Agradezco desde aquí la persistencia de nuestro querido Juan Luis en invitarme, en colaborar para que la resignación se convirtiera en la pasión que me habita. Y tanto como he recibido de su persona en los años que compartimos. Y gracias de corazón a tantos compañeros y compañeras de camino de quienes siempre me ha llegado estímulo y fuerza para continuar siendo y sintiéndome parte de esta familia de Fe y Alegria extendida ya por tantos puntos de nuestro mundo.
Por María Luisa Berzosa FI
Artículo premiado en el concurso de Fe y Alegría «Yo siempre tuve fe»