Con la fiesta del Bautismo del Señor finaliza la Navidad, tiempo en el que litúrgicamente hemos contemplado al Dios-hecho-hombre para salvarnos. Contemplando al Niño estoy segura que habremos pedido la gracia de un mayor conocimiento interno del Señor, recién nacido, para más amarle y servirle. Con su Bautismo, Jesús “comienza algo nuevo”. Jesús es el comienzo de un nuevo camino y, con una presencia inconfundible, reaviva la esperanza en las personas. Agradecemos este tiempo litúrgico tan fecundo en el que ya hemos entrado al Año Jubilar como peregrinos de Esperanza y en el que vamos sintiéndonos cada vez más cerca de la CG XIX.
Este es también un día para recordar nuestro bautismo y para agradecer aquella decisión de nuestros padres o quizá el haber tomado la decisión personal de ser bautizadas. Con este sacramento, agradecer la fe y la pertenencia a la Iglesia. La fe es un don, una relación que hemos de cuidar para que crezca y que no disminuya en nada su vigor. Hoy el mundo nos necesita mujeres de una fe viva, que se manifieste en el seguimiento fiel al Señor y en el compromiso con nuestros hermanos.
¡Pidamos la gracia de ser mujeres de una fe firme que nos haga fuertes, valientes y generosas con los demás!
De la Carta circular número 43 de la Superiora general, Graciela Mirta Francovig