El dinero, su importancia y el peligro de la idolatría si se vuelve el único fin; la pobreza y la integración de todos en la sociedad, evitando los ‘descartes humanos’ que después servirán para hacer filantropía; y no perder la identidad de la economía de comunión, en una sociedad en la que hay ricos y pobres pero donde “los ricos saben compartir sus riquezas y los pobres son llamados bienaventurados”.
Estos fueron los tres temas que el papa Francisco abordó en el encuentro de este sábado en el Vaticano con más de mil empresarios empeñados en una economía de comunión al concluir un encuentro organizado por el movimiento de los Focolares.
La iniciativa de economía y comunión, recordó el Santo Padre, nació hace 25 años en Brasil, tras la invitación de Chiara Lubich, que delante de las desigualdes sociales invitó a los empresarios a volverse agentes de comunión.
Fracisco recordó a los presentes en el Aula Pablo VI como primera cosa que “el dinero es importante, especialmente cuando no hay, porque de él dependen el alimento, la escuela y el futuro de los hijos”. Pero que “se vuelve un ídolo cuando se transforma en finalidad”. Y no es por causualidad, añadio, que la avaricia es un vicio capital porque “es pecado de idolatría”.
Y señaló que “cuando el capitalismo hace del lucro su única finalidad, corre el riesgo de volverse una estructura idolátrica, una forma de culto”. Por ello el modo concreto para no volver el dinero en un ídolo “es compartirlo con los demás, especialmente con los pobres, o para hacer estudiar y trabajar a los jóvenes”.
El segundo punto abordado por el pontífice fue la pobreza. Francisco señala que “algunas semillas de la Biblia han florecido en instituciones más eficaces que las antiguas” y que “la razón de los impuestos está en esta solidaridad, que es negada por la evasión fiscal”.
Francisco profundiza así que “el problema ético de este capitalismo es la creación de descartes para después buscar de esconderlos o curarlos para no hacerlos más ver”, e ironizó que “cuando las empresas de armas financiaran hospitales para curar a los niños mutiliados por sus bombas, el sistema habría llegado a su culmen”. Porque el capitalismo “conoce la filantropía y no la comunión”.
En cambio, aseguró, la economía de comunión “no debe solamente curar a las víctimas, pero contruir un sistema donde sean cada vez menos”. Porque “imitar a buen samaritano del Evangelio no es suficiente”, en cambio es necesario antes que el hombre encuentre a los brigantes “combatir las estructuras de pecado que producen brigantes y víctimas”. Sin dejarse “bloquear por la meritocracía invocada por el hijo mayor” de la parábola del Hijo Pródigo y “por tantos, que en nombre del mérito niegan la misericordia”.
El Santo Padre ha precisado que “un empresario de comunión tiene que hacer de todo para que quienes se equivocan y dejan la casa puedan tener un trabajo y un rédito digno, y no encontrarse comiendo con los puercos”.
El tercer punto abordado por Francisco se refiere al futuro, alertándo que “cada vez que las personas, los pueblos e incluso la Iglesia han pensado de salvar al mundo creciendo en números” han producido “estructuras de poder, olvidándose de los pobres”. Y considerar también que “la comunión no es solamente división, sino también la multiplicación de los bienes”.
Especificó que el primer don del empresario es la propia persona: “vuestro dinero si bien es importante es demasiado poco” y que “en la lógica del Evangelio, si no se dona todo nunca se dona bastante”.
Al concluir sus palabras el Papa invitó a continuar a ser semilla, sal y levadura de otro tipo de economía: “la economía del Reino, donde los ricos saben compartir sus riquezas y los pobres son llamados bienaventurados”.
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