Hace ya dos semanas que llegué a Ragusa en un bus que, a mitad de camino, se quedaba en medio de la carretera, y recordaba todos aquellos comentarios de familiares y amigos hablándome sobre el caos en el que vive Sicilia.
Más allá de la anécdota, y después de una larga noche en el aeropuerto de Roma, el bus, a duras penas, pudo llegar a donde me esperaba Flavio (el coordinador de la experiencia). He de reconocer, que el cansancio no me permitía disfrutar de lo que estaba a punto de comenzar.
La semana empezó con una charla, en la que Chiara, la responsable de todos los centros nos pudo explicar como funciona todo el proceso y las diferencias entre refugiado, migrante económico y la condición de asistencia humanitaria. También, como funciona el processo legal desde que llegan a Europa en busca de un futuro mejor ( información muy provechosa para mí como estudiante de Derecho). Después, sabríamos en cual de los centros con los que trabaja la Fundación seríamos asignados.
Empezaba un martes con tremenda ilusión. Al llegar, recuerdo que algunos de los chicos dormían y los más despiertos salían a nuestro encuentro, entre sonrisas y preguntas, nos íbamos conociendo. Así pasamos la mañana, charlando sobre lo que les gustaría hacer con nosotros y de sus inquietudes, de las cuales están llenos.
En el primer día ya me encontraría con la dura realidad de estos chicos; No sabemos nada. Era un chico apoyado sobre el capó de un coche, su mirada estaba fijada en el suelo y su gesto era serio. Me acerqué a Lamin y hablamos durante un rato largo. La suya es una historia de verdadero dolor. En su camino a Europa, el barco que le traía se quedaba parado en medio del océano. Fue rescatado, y me dijo que Dios le salvó. Yo, sin saber que decir, puse la mano sobre su hombro, y su mirada se clavó en la mía mientras esbozaba una media sonrisa.
En mi habitación, hay un viejo calendario, en el que se puede leer la siguiente frase de Eugenio d’Ors: «No hay en el mundo peor bancarrota que la del hombre que ha perdido el entusiasmo. » Y pienso en esta frase, y pienso en Lamin, en Dlallo, y en otros tantos personas y nombres, y en lo ricos que son. Doy gracias por ellos.
Mañana Lamin deja el centro, se va hacia Milán. Sus padres tienen unos amigos viviendo allí y puede suponer una oportunidad para él. Sinceramente, pienso que es un futuro incierto, pero lleno de ilusión y esperanza. Para despedirle tomaremos té de Gambia en el patio, una de las cosas que más le gustaba hacer en su país.
La semana ha estado llena de momentos, detalles y personas, pero algo me ha movido a escribir sobre Lamin. Quizás su marcha hacia Milán, o quizás su especial sensibilidad. No lo sé, de verdad.
Rezo por él, por todos los que han luchado y no lo han conseguido, por los que luchan y por los que lucharán. Por sus vidas, sus regalos.
Pelayo
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