Preguntarme qué es ser Hija de Jesús para mí es como la pregunta que Jesús hizo a los suyos, ¿qué dice la gente quién soy yo? Y tu ¿quién dices que soy yo? Mi respuesta sería como la de Pedro, tú eres el Cristo. Todo lo que experimento, siento y conozco de Dios pasa por la vida de Jesús de Nazaret, por sus palabras y acciones, su modo de vivir.
Ser hija de Jesús es seguirle a El, a Jesús, responder a su propuesta de vida. Es caminar día a día con los ojos fijos en Jesús, dejando que mi vida quede confrontada con la suya. Es ser discípula y reproducir sus rasgos.
Tres rasgos siento con fuerza de Jesús hacia mí: misericordia, ternura y perdón; me siento llamada a ser misericordia, ternura y perdón para los demás. Un proyecto de vida, un modo de hacer Reino que está urgido por la realidad de nuestro mundo sufriente. Nuestras realidades cotidianas, las cercanas y las globales, están llenas de cristos sufrientes. Ser hija de Jesús es no pasar de largo. Es acompañar todas esas realidades a las que somos enviadas.
Ser hija de Jesús se concreta en la pertenencia a un cuerpo congregacional que es universal, pobre, pequeño pero arriesgado a vivir siempre “en salida”. Desde la audacia y la creatividad a ser germen del Reino de Dios desde lo pequeño.
Ser hija de Jesús pasa por mis debilidades e incoherencias. Es un camino no terminado, no alcanzado. La formación permanente, el encuentro personal con el Señor y el prójimo, la disponibilidad al cuerpo congregacional es lo que me permite renovar mi Sí día a día. Y ser feliz y poner de mi parte para que este mundo sea un poco más justo y feliz, más lleno de Dios en su ternura y misericordia.
Pilar Brufal fj
Desde Bolivia