Cada uno de estos días de la novena a la Madre y Estrella de nuestros caminos, María Inmaculada, a las puertas de celebrar con alegría y gozo por tanto bien recibido a lo largo de estos 145 años de fundación de nuestra Congregación. Resaltaba el sentir de hija, que nos hace contemplar la historia con memoria agradecida, lo iniciado un día 8 de diciembre de 1871 sigue siendo, hasta nuestros días, camino de vida entregada y confiada en Jesús, camino de irnos configurando con Él, de sabernos hijas en el Hijo.
Saberse hija es gustar de ir cada día al encuentro de Jesús que como Padre generoso ya nos espera, es volcar nuestro corazón a Dios, hacia un amor que nos sobrepasa, nos involucra, nos transciende, gracia desbordante y plena, que dada en gratuidad nos abraza haciéndonos experimentar que fuera de Él nada somos.
Saberse hija es estar en búsqueda continua de aquello que dejándonos cada día encontrar por Él va haciéndonos preguntar: ¿de qué modo? ¿Con cuáles actitudes? ¿Cómo es mi disposición para ir creciendo en pertenencia de hija que desea vivirlo y sentirlo en su vida?
Saberse hija es saborear hoy la historia, que moviéndonos por dentro, haciéndonos mirar a Jesús revelado en la vida de Madre Cándida, nos hace poner los medios, colocarnos en camino, desear dar pasos constantes y presurosos hacia Aquel, que ya nos escogió y miró con amor, que quiere que le sigamos descubriendo en el día a día, en los rostros, muchas veces callados y sencillos de tanta gente; en acontecimientos y realidades que se nos hacen encontradizos y que solo siendo caminantes como Jesús, podremos vivirlo, ampliando nuestra mirada, extendiendo y ensanchando el corazón para dejarnos interpelar por el Dios que habita y se manifiesta en todo, con amor de Padre Creador.
Saberse hija es dejarse enseñar, conducirse por Él, que como Padre nos dará su gracia y libertad de hijas, nos mirará desde lejos, nos acompañará su bendición, y a cada uno de nuestros regresos, estará con los brazos abiertos para un abrazo.
Saberse hija es nutrir el deseo compartido que se multiplica en la cotidianidad, en la vida en relación con otros, en la fraternidad de hermanas, compañeras de camino, colaboradoras de un mismo sueño, amor y entrega, es crecer en sensibilidad, respeto y ayuda, es saber ser puentes que comuniquen el carisma dejado como precioso regalo por la Madre Cándida, que hoy sigue intercediendo al Padre para que podamos ser verdaderas y santas Hijas de Jesús.
Por Nancy Martínez Guilarte, novicia de las Hijas de Jesús