Hoy, 31 de julio, concluye el Año Ignaciano en el que hemos celebrado, con la Compañía de Jesús, el aniversario de la herida sufrida por Íñigo de Loyola en Pamplona. Es el quinto centenario de una experiencia que le transformó para siempre, y dio lugar a una espiritualidad que ha facilitado el encuentro con Dios de multitud de personas de generación en generación. Las Hijas de Jesús formamos parte de esta corriente espiritual.
“Además de recordar un acontecimiento histórico de importancia universal, lo vivimos como una oportunidad de actualizar esa experiencia en nosotros, en nuestra relación con Dios, con los demás y con la Creación”. (Ignatius 500)
Ignacio fue un incansable buscador de la voluntad de Dios. Con Cristo y como Cristo. Para él y para el grupo. Solo y con otros.
Celebrar este 31 de julio de la mano de Ignacio y del aniversario de Pamplona, nos invita a repasar nuestras heridas y a agradecer cómo nos ha transformado el Señor a través de ellas. De igual modo, nos invita a acoger las heridas de hoy: las de nuestro mundo, las de mi país, las de la Congregación, las de mi comunidad, mi familia, mi grupo de trabajo, las mías… y seguir buscando dónde me/nos quiere llevar el Señor.
Como Familia de la Madre Cándida nos resuena la primera Llamada de la CG XVIII: “Poner en práctica el discernimiento en común para que nuestros proyectos apostólicos respondan al bien más universal y a las mayores necesidades”. Que así sea, para que nuestros proyectos, como los de san Ignacio de Loyola, respondan al querer de Dios.
Desde AQUÍ te puedes unir a la clausura del Año Ignaciano.