Soy facilitadora en el Sínodo. Cada nuevo módulo es un nuevo grupo de trabajo. Habíamos concluido un módulo con una intensa jornada de escucha en varias congregaciones generales. En lugar orar de otro modo, se me ocurrió sugerirle al nuevo grupo que comencemos dando gracias por lo que hemos sentido como el mayor regalo del sínodo hasta ese momento.
Comparto el mío.
Isaías 54,2-4 fue uno de los textos que iluminaron el inicio de la segunda fase del proceso sinodal. Desde hace años este texto acompaña mi búsqueda de Dios. Al encontrarlo en el sínodo, conecté de nuevo con ese deseo que me habita.
«Ensancha el espacio de tu tienda, extiende las cortinas, no te detengas; alarga tus cuerdas, asegura tus clavijas… porque te extenderás a derecha e izquierda»
Un día y medio de silencio y escucha de las voces de la Iglesia desde todos los rincones de la tierra ahí presentes, generaron en mí el ejercicio de abrir, empujar, descolocar las clavijas de mi tienda, de mis esquemas y puntos de vista, para hacer espacio en mi mente y corazón a la Iglesia que es realmente universal, no uniforme, sino rica en diversidad y posibilidades para proponer el anuncio del Evangelio en cada realidad.
No es tan obvio como parece. Siento que internamente me moví de lugar para poder girar y volver a hacer espacio al Hijo de Dios que quiere seguir encarnándose, acogiendo y redimiendo todas las realidades humanas, ¡todas, todas, todas!
Las mesas circulares de trabajo son signo de esta mirada que alcanza a todos por igual.
Iris Altagracia González, FI