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Viaje desde el corazón (III)

Mar 31, 2020 | Hijas de Jesús, Noticias

Una semana más … ¿cuántas todavía nos siguen manteniendo en casa? Las que sean necesarias para ir superando esta pandemia, este dolor universal que nos mantiene inter-conectados como jamás hubiéramos imaginado.

Cada día vamos aprendiendo cosas nuevas; a nueva época es necesario ser creativas para continuar viviendo hacia dentro, cultivar la interioridad personal y mejorar todo lo que podamos nuestra convivencia doméstica.

Crece por días la corresponsabilidad de permanecer dentro y con salidas imprescindibles pero con los cuidados necesarios porque está en juego la vida de muchas personas. En Madrid la realidad de las víctimas diarias nos abruma, una se siente impotente, se necesita tanta ayuda y aquí estamos, encerradas. Pero nos recordamos a diario que la mejor manera de ayudar es permanecer sin salir.

Y como cada día nos vamos “perfeccionando” en las conexiones por la obligación del trabajo, también nos encontramos, con la pantalla por delante, en muchos espacios, interpersonales y grupales, de trabajo y de tertulia, para acompañar ansiedades y también para reír juntos.

Y, sobre todo, para acompañarnos en los duelos ante la muerte, tan intensos porque no hay despedidas, tan inhumanos pero humanizadores; creatividad, sí, toda la que sirva para ayudarnos y contenernos en sobrellevar tanto dolor próximo y lejano.

Y las noticias de que el virus se sigue propagando nos achica las distancias; nos sentimos muy próximos con el corazón, a nuestros hermanos de otros países y continentes. Y me viene a la memoria algunos de los mensajes escuchados en el Sínodo de la Amazonía y que con tanta fuerza proclamaban una y otra vez nuestros hermanos y hermanas de aquella región y que acompañábamos con nuestros cantos: “todo está interconectado, como si fuésemos uno; todo está inter-conectado en nuestra casa común”. Me parece que se cumple ahora al pie de la letra. 

Y también me ayuda recordar sus enseñanzas: “el bien vivir” entendido como conexión con una misma, con los demás, con la creación, con Dios. Esta es la oportunidad -que no se nos pase- de una profunda interioridad, de una serena síntesis entre cabeza y corazón, de una reflexión de nuestros sistema de valores, de nuestro sentido de la existencia; de aprender a elegir entre lo esencial y lo relativo; momento propicio para discernir -que comienza por la escucha de la realidad personal y social-, qué quiere hoy y aquí Dios de nuestra humanidad. Cuál es su sueño para los seres humanos y de qué manera podemos colaborar en que se cumpla.

A nivel personal me ayuda mantener encuentro global cada semana con”mi familia” de Entreculturas, en ese espacio virtual donde nos juntamos un centenar de personas para vernos, escuchar cómo siguen nuestros proyectos, el voluntariado internacional -nuestras compañeras han decidido permanecer en los países están-; la problemática inmensa para migrantes y refugiados, para tantos niños y adolescentes que se ven privados de escuela y de pan, ambos alimentos indispensables para crecer y madurar en la vida…sin embargo, es consolador y alivia mucho el sufrimiento, saber que los equipos están trabajando a fondo, con una entrega inmensamente generosa, dando lo mejor de sus personas y de sus competencias profesionales.

Espacios que nos nutren, que nos sostienen, que dan sentido a vivir esta oportunidad histórica con todo su realismo cruel pero al mismo tiempo con la solidaridad y ayuda fraterna que se nos despierta como humanos, a lolargo y ancho del mundo, encarnados de una manera muy palpable en el mundo de la sanidad y en tantos y tantos servidores públicos, a veces muy anónimos, que sostienen esta emergencia planetaria.

Y surgen también tantos espacios de ayuda espiritual: eucaristías, retiros, oraciones… vamos ofreciendo lo mejor que sabemos y podemos porque estos elementos nos fortalecen y reconfortan mutuamente. Y nos reunimos cientos y miles, traspasando fronteras y hemisferios para orar y cantar juntos.

Pero esta semana que termina nos deja ricas enseñanzas, como la oración de nuestro Papa Francisco el pasado día 27. Ese abrazo al mundo, esa bendición universal en una Plaza de San Pedro vacía de manera inaudita, su mensaje comentando el pasaje evangélico de la barca que se hunde, no se nos olvidará fácilmente.

No pudo elegir mejor mensaje para este momento de tormenta, de temores ante las olas, de oscuridad por el aislamiento…  Sí, ese texto es muy real aquí y ahora en esta etapa que nos toca vivir. Y el comentario no tenía desperdicio; recordamos aquí solamente algunos párrafos: 

“Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas. Nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa”. 

Y seguía el Papa:

“Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos”.

Y con los ojos atónitos ante la puesta en escena que nos mostraban las cámaras, en un atardecer romano cubierto de lluvia, con el Papa Francisco en solitario, seguíamos escuchando en el evangelio de Marcos: “¿Por qué tenéis miedo? ¿no tenéis fe?” 

Y recibíamos esa bendición como abrazo consolador que pide “salud a los cuerpos y consuelo a los corazones”.

Y seguimos manteniendo la confianza en que nos une esa fragilidad que experimentamos pero también la fuerza de la ayuda solidaria que cruza el mundo.

María Luisa Berzosa fi
Entrevías – Madrid

Hijas de Jesús
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