El Papa Francisco aprobó ayer, 20 de junio de 2024, el decreto de virtudes heroicas de la Hija de Jesús Vicenta Guilarte Alonso. De ella leemos en el libro «¿A quién enviaré?» que María del Carmen Cruz escribió con motivo del centenario de la primera expedición de la Congregación fuera de España, a Brasil.
En la lista de hermanas elegidas para la primera expedición a Brasil de 1911, Vicenta fue nombrada en cuarto lugar. No originó sorpresa. Era bien conocida de todas y de todas apreciada. La Madre Cándida, en el discernimiento que hizo para proponer su destino a Brasil contempló que:
- Era una religiosa joven y con una salud aceptable.
- Tenía un carácter agradable: amable, positiva en todo, con alegría serena (sin estridencias), equilibrada afectivamente.
- Su coherencia de vida, fielmente mantenida a lo largo de los diez años vividos en la Congregación. Había sido un ejemplo constante para novicias y profesas.
- La solicitud y cariño derrochado con los más desfavorecidos avalaban la calidad de su vida apostólica.
- Su amor a los más necesitados, la prontitud para estar cerca de la mayor necesidad.
Esta era Vicenta. Transparentaba el amor que recibía de Dios allí donde era enviada. La portería le sirvió como puesto privilegiado para atender y tratar a muchas y variadas personas. Fue especial apoyo para los seminaristas y sacerdotes, a quienes atendía singularmente cuando buscaban en ella consejo. Las chicas jóvenes la buscaban para conversar; las Hijas de Jesús que vivían con ella encontraban consuelo en su persona y fortaleza en sus luchas; sus superioras, un apoyo tranquilo y firme. Su acogida se extendía a las familias de las alumnas y a todo aquel que se acercaba a ella.
En su funeral, el alcalde de la ciudad se acercó a las hermanas y dijo:
Madre Vicenta no era sólo de Vdes., era un patrimonio de Leopoldina.
El proceso de canonización es un camino largo y complejo que puede durar varios años. Se divide en cuatro etapas principales: Sierva de Dios, Venerable, Beata y Santa.
Vicenta Guilarte, con la aprobación del decreto de virtudes heroicas, se convierte en Venerable. Que su vida, junto a la de Santa Cándida y a la de la Beata Mª Antonia, nos muestre cómo ser hijas y despierte en cada corazón esa vocación primera que nos impulsa a darnos a los demás. Por ellas damos gracias y a ellas nos encomendamos.
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