Hace ya dos semanas del día que hice mis votos perpetuos, y todavía me cuesta encontrar palabras cuando me preguntan cómo me siento. La celebración, los preparativos, toda la gente querida que nos encontramos, hizo de ese día uno de esos momentos-bisagra que marcan un “antes” y un “después”. El amor recibido, el cuidado, la esperanza fuerte y la alegría han dejado un poso grande en mí, que me llena de calidez cada vez que lo recuerdo, y me sigue sorprendiendo lo bueno que es Dios. ¡Estoy tan contenta y agradecida!
La realidad y el día a día continúan, pero confieso que siento un poco que he perdido comba, y me cuesta volver al ritmo rápido, las apreturas por llegar a los plazos de los compromisos académicos o pastorales y responder a todo, a todos, sin dejar lo importante por lo urgente.
Nada ha cambiado, pero a la vez sí lo ha hecho. Viejos y nuevos miedos me visitan, (y como me dijo una amiga hace poco “esos te acompañarán toda la vida”), pero junto a ello me he dado cuenta de que hay algo sutilmente distinto: veo más claro que es Él quien me ha traído hasta aquí y lo hace posible.
Hace un par de días, escuchando a una hermana hablar sobre las vocaciones que están surgiendo en varios lugares, algunos muy lejanos, pensé en esas jóvenes que están planteándose ser Hijas de Jesús, y me entró una alegría grande, y muchas ganas de conocerlas.
¿Qué les diría?
Que no piensen demasiado y se escuchen por dentro. Porque las buenas decisiones se toman con la cabeza, pero las decisiones esenciales de la vida se toman desde el deseo y el corazón… Allí es donde Dios pone su semilla.
Que si al pensar en entregar su vida en este camino les arde (o les baila) el corazón, que empiecen a dar un paso.
Que no tengan miedo porque Él irá guiando, iluminando, poniendo a personas y ayudas. Que se dejen acompañar y contrastar por alguien que las conozca y las quiera bien.
Que pasen más tiempo con Jesús y le pregunten a Él cómo las sueña, cómo pueden ser más felices y fecundas en la vida.
Que se atrevan a soñar, porque sin riesgo, sin renuncia, no se puede avanzar, ni ninguna opción que valga la pena se decide sin dejar de lado otras.
Les diría que gracias a que alguien en su día me dijo lo que yo les querría decir ahora, pudo empezar para mí el viaje más apasionante de mi vida.
Esther Sanz.