El sol se pone sobre el exuberante paisaje de Leda, Ruteng, una zona de la regencia de Manggarai, en la isla de Flores (Indonesia), proyectando largas sombras sobre enormes montañas y pintando el cielo con tonos deslumbrantes. Mientras las tres hermanas nos sentamos juntas en nuestra humilde casa, una sensación de paz se apodera de nosotras. Han pasado meses desde que llegamos a esta hermosa isla de Indonesia, y estamos llenas de gratitud por la calidez y generosidad que hemos encontrado especialmente con la gente Manggarai que vive en una tierra rica en cultura.
Recordamos cómo nos recibieron las sonrisas de la gente local con sus ojos brillantes de genuina amabilidad cuando llegamos aquí por primera vez. Los Manggarai, conocidos por su fuerte fe cristiana, nos recibieron con los brazos abiertos. Desde entonces, nos han mostrado un apoyo inquebrantable, ofreciéndonos sus casas, su comida y su tiempo. Nos sentimos honradas por su generosidad y su voluntad de ayudarnos a aprender el terreno desconocido de una nueva lengua y cultura.
Las primeras semanas fueron un torbellino de ajustes. La barrera del idioma resultó ser un reto importante, pero la paciencia de los Manggarai y su voluntad de comunicarse a través de gestos y sonrisas hicieron que la experiencia fuera reconfortante. Nos encontramos inmersos en un mundo vibrante de tradiciones y costumbres, un mundo que poco a poco estamos aprendiendo a comprender y apreciar.
Nuestros días transcurren al ritmo de la vida en comunidad, rezando, reflexionando, buscando orientación y fuerzas para el día siguiente. Las tardes las dedicamos a aprender el idioma y la cultura, a entablar conversaciones con la gente del lugar y a compartir nuestras historias con ellos. También hemos tenido la suerte de entablar amistad con otras congregaciones religiosas. Cada encuentro con ellos ha enriquecido nuestra comprensión de esta hermosa tierra.
El viaje no ha estado exento de dificultades. Las primeras semanas estuvieron marcadas por la sensación de soledad y aburrimiento, una respuesta natural al hecho de estar tan lejos de nuestro entorno familiar, pero el amor y el apoyo de la gente nos han ayudado a superar estos obstáculos. Hemos aprendido que la verdadera conexión trasciende el idioma y la cultura, y que encuentra sus raíces en la humanidad y la compasión compartidas.
Al recordar nuestro primer mes aquí, nos invade un sentimiento de esperanza y entusiasmo. Hemos encontrado un hogar en esta comunidad dinámica, un lugar donde nuestra fe y nuestro compromiso con el servicio pueden florecer. Estamos ansiosas por aprender más, por contribuir al bienestar de la gente y por compartir el amor que tan generosamente se nos ha concedido.
Nuestro viaje a la isla de Flores, en la regencia de Manggarai, no ha hecho más que empezar y estamos impacientes por saber cómo se desarrollará la llamada de Dios para que estemos aquí.
Corazones jóvenes, fe fuerte:
Así es como describimos a nuestras aspirantes. Parte de nuestro viaje aquí incluye la presencia de cuatro jóvenes aspirantes atraídas por una vida de servicio y dedicadas a profundizar en su fe. Estas jóvenes, todas ellas miembros de la tribu Manggarai, han decidido embarcarse en un viaje de crecimiento espiritual y compromiso. Su decisión de abrazar una vida dedicada a Dios y a los demás habla de su fortaleza y de su deseo de influir positivamente en su comunidad.
¿Qué les ha llevado por este camino? Es una combinación de factores. Los ejemplos de las religiosas guiadas por la vida de Santa Cándida, su dedicación y compasión, han sido una inspiración. Y, quizá lo más importante, el anhelo de vivir una vida con un propósito, de contribuir al bienestar de los demás, las ha guiado hacia esta vocación. Estas aspirantes aún son nuevas, pero su entusiasmo y dedicación son evidentes. Están deseosas de aprender, de crecer en su fe y de encontrar formas de servir a la comunidad. Mientras atraviesan los retos y las alegrías de este nuevo camino, nosotras, sus guías, nos sentimos llenas de orgullo y esperanza. Vemos en ellas el futuro de nuestra misión en Indonesia.