En este día en el que hacemos memoria del anuncio del Ángel a María, recibimos la Carta Circular nº 46 de Graciela Francovig, Superiora General. Compartimos parte de la misma, con una hermosa invitación para orar en esta fiesta.
«Esta solemnidad que nos regala la liturgia pone ante nosotras a María y a la Trinidad. María en este momento tiene un papel principal. Gracias a su fe, a su libertad y disponibilidad ha podido acontecer en la historia el plan de la Trinidad: “hagamos redención del género humano” (EE 107).
La primera palabra dirigida a María es “Alégrate llena de gracia” y la causa de la alegría anunciada por el ángel es que el Señor está con ella. Hoy podemos oír estas palabras dirigidas a nosotras, a cada una y a la Congregación, y afirmar: el Señor está conmigo, el Señor está con nosotras. Es Él quien viene a visitarnos, a colmarnos con su gracia, a llenarnos de alegría. Nos custodia el cálido abrazo del Padre, la dulce fuerza de Jesús y la ternura materna del Espíritu Santo.
¿Experimentamos que el Señor está con nosotras? ¿En qué lo podemos percibir? ¿Siento que el Señor está con la Congregación? ¿Qué aspectos nos lo muestran?
La segunda palabra que le dice el ángel es: “no temas”. Expresión tantas veces repetida en la Palabra de Dios. Dios invitando a no temer porque Él quiere darnos un mensaje consolador. María nos enseña cómo vivir estos momentos de desconciertos mundiales, eclesiales. Ella misma entregó a Dios su desconcierto. Ella se aferra a Dios. Nos enseña la confianza en Dios, y así, todo lo demás nos será dado.
Junto a María y a la Madre Cándida podemos preguntarnos: ¿cómo está mi confianza en Dios? ¿Reconozco los momentos de consolación que el Señor nos promete y regala?
La tercera expresión: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti”. Es así como Dios interviene en la historia, dando su mismo Espíritu. Necesitamos del Espíritu que nos despierta de la pasividad, ese Espíritu que da la armonía porque Él es armonía. Necesitamos de esa fuerza sabia y apacible de Dios que es el Espíritu Santo.
Aprovechemos algún momento del día, de esta fiesta, para considerar en nosotras, personalmente y en grupo: ¿siento al Señor junto a mí, ¿cómo está mi confianza, percibo la fuerza del Espíritu en la Congregación, en mi comunidad, en la Iglesia? ¿Cómo podemos ser cauce de la fuerza consoladora que Dios quiere regalar al mundo?«
De la Carta Circular Nº 46