El miércoles, 22 de mayo, se clausuraba la CG XVIII, terminaba este período de gobierno extraordinario de la Congregación. El jueves había en la casa un cierto revuelo como de Domingo de Pascua.
Y, sin tregua, el gobierno ordinario estaba en funcionamiento: el viernes y el sábado hubo reunión del Gobierno General con las Provinciales.
Como un solo Cuerpo, se trataba de hacernos cargo de la Congregación dispersa por unas partes y otras: de las circunstancias que atraviesa Venezuela y cómo las vivimos las Hijas de Jesús, cómo se las arreglan las hermanas para sostener a la gente y sostenerse ellas mismas; y las de Mozambique, los trabajos en la escuela y en los otros apostolados y cómo el apoyo entre unas pocas hermanas es la única posibilidad de alentar la vida; y del apuntalamiento de Uruguay para permanecer en esa frontera que hoy son los jóvenes; y así, país por país. Y terminó el sábado, no sin compartir cómo y cuándo se hará la transmisión de la Determinación en los diferentes lugares.
En dos días, dimos una rápida vuelta al mundo, antes de que comenzara la marcha a la vida ordinaria. Como quien quiere ir con quien se va y que quien emprende el viaje sienta que, de alguna manera…, queda.
Los días siguientes han sido un ir de despedida en despedida, un periódico sonar de ruedas de maletas por los pasillos, un bajar una y otra vez a decir adiós a las puertas del garaje. Los pasillos vuelven al silencio que hubo los días de Ejercicios, pero la capilla nos va quedando demasiado grande.
Y mientras esto ocurre aquí, la alegría vuelve a repartirse por el mundo.
Teresa Pinto, FI