Es tiempo de conversión, tiempo de libertad.
Avanza nuestro camino hacia la Pascua. Las lecturas de este domingo nos recuerdan las infidelidades de los hombres, pero en Jesús encontramos la salvación.
Nos acercamos a otro fragmento del Mensaje del Papa en esta Cuaresma.
Dios no se cansa de nosotros. Acojamos la Cuaresma como el tiempo fuerte en el que su Palabra se dirige de nuevo a nosotros: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud». Es tiempo de conversión, tiempo de libertad.
El éxodo de la esclavitud a la libertad no es un camino abstracto. En mi viaje a Lampedusa, ante la globalización de la indiferencia, planteé dos preguntas que son cada vez más actuales: «¿Dónde estás?» (Gn 3,9) y «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9). El camino cuaresmal será concreto si, al escucharlas de nuevo, confesamos que seguimos bajo el dominio del Faraón. Es un dominio que nos deja exhaustos y nos vuelve insensibles. Es un modelo de crecimiento que nos divide y nos roba el futuro; que ha contaminado la tierra, el aire y el agua, pero también las almas. Porque, si bien con el bautismo ya ha comenzado nuestra liberación, queda en nosotros una inexplicable añoranza por la esclavitud. Es como una atracción hacia la seguridad de lo ya visto, en detrimento de la libertad.
A la voz de Dios, que dice: «Tú eres mi Hijo muy querido» y «no tendrás otros dioses delante de mí», se oponen de hecho las mentiras del enemigo. Existe, sin embargo, una nueva humanidad, la de los pequeños y humildes que no han sucumbido al encanto de la mentira.
Para pensar y orar:
- Dios no se cansa de nosotros. Dios no se cansa de mí. Dios no se cansa de los que yo sí me canso. Miro a este Dios que no se cansa y dejo que me inunde su amor paciente.
- Seguimos bajo el dominio del Faraón. ¿Cómo está siendo mi cuaresma? ¿He descubierto lo que me agota y me hace insensible? ¿Vivo creciendo y haciendo crecer? ¿Me atrinchero en mis seguridades (cosas, ideas, lugares, personas, esquemas…) o dejo espacio para la sorpresa, para la libertad, para que el Espíritu me guíe?
- Existe una nueva humanidad, la de los pequeños y humildes que no han sucumbido al encanto de la mentira. Reviso mi agenda de contactos y descubro quién compone esa nueva humanidad que me rodea. Doy gracias por cada persona. Y yo, ¿quiero ser de los pequeños y humildes?