Durante los días 4 al 13 de octubre hemos vivido otra de las experiencias significativas en el curso de renovación, la de compartir la vida con otra comunidad. Las casas de Río de Janeiro, Montes Claros y Fortaleza en Brasil, Montero en Bolivia y Jujuy en Argentina nos han acogida para experimentar la vida con las hermanas en otros contextos diferentes en los que habitualmente vivimos y en los que realizamos nuestras tareas. Todas hemos coincidido en que, a pesar de haber sido tan sólo unos días, ha sido una experiencia rica que nos ha abierto otras perspectivas y horizontes.
Tras la vuelta hemos compartido lo vivido en los diferentes contextos y hemos hecho una serie de subrayados en los que hemos coincidido:
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Nos hemos sentido en casa. La acogida ha sido una experiencia que nos ha calado hondo. Tanto las hermanas como los laicos nos han hecho sentir parte de una gran familia que en ese contexto tenía rasgos y acentos diferentes a los que habitualmente vemos y escuchamos en nuestros países de origen en aquellos en los que estamos destinadas. La fraternidad, rasgo esencial en nuestro carisma, la hemos sentido con fuerza.
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La misión compartida es una realidad. Laicos e Hijas de Jesús nos empeñamos juntos en impulsar y hacer realidad el Reino De Dios entre los más sencillos.
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Descubrir el buen humor para “recarismatizar” nuestra vida religiosa para ser verdaderas Hijas de Jesús.
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La fe de la gente sencilla nos evangeliza y nos plantea cómo vivir en otros contextos la importancia de la Palabra De Dios que da claves para vivir con sentido y cómo actualizar la devoción mariana tan arraigada en la devoción popular.
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Dios nos sale al encuentro en la situaciones que menos esperábamos. El corazón de Dios late, especialmente, entre la gente sencilla y nos invita a buscarlo y hallarlo en todo.
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Ser universales nos impulsa a ser disponibles y confiar en Dios Padre.
Creemos que el objetivo más importante se ha cumplido con creces. De estos días también nos llevamos confirmaciones, desafíos y cuestionamientos para los contextos en los que vivimos habitualmente. Desde el fondo del corazón agradecemos a las hermanas y los laicos que han compartido los que son y tienen y nos han hecho vibrar con el carisma que está vivo. Esta experiencia nos compromete a vivir con autenticidad nuestra vocación de Hijas de Jesús compartiendo los que somos: Hijas y Hermanas.