Resumen de la catequesis
En este ciclo de catequesis dedicado al discernimiento, hoy reflexionamos sobre la desolación. Todo lo que hacemos tiene una connotación afectiva, y es necesario reconocer —o sea, discernir— lo que “se mueve” en nuestro interior, porque Dios habla al corazón. Cuando los movimientos interiores se caracterizan por la turbación, la tristeza y las tentaciones; cuando sentimos que perdemos la esperanza y nos alejamos de Dios, estamos experimentando la desolación.
Nadie quisiera tener que pasar por estos momentos de oscuridad, pero a todos nos llegan, es parte del camino. Y si sabemos “leerlos”, rezarlos y confrontarlos con un guía espiritual que nos acompañe, pueden ayudarnos a madurar y a afrontar la vida de otra manera, más “arraigados y firmes en la fe”. Los momentos de desolación también tienen algo importante que decirnos.
El remordimiento como ocasión para cambiar la vida.
La tristeza despierta la atención ante un posible peligro, o un bien desatendido. Entender qué significa para mí, esta tristeza de hoy.
En cambio, para quien tiene el deseo de realizar el bien, la tristeza es un obstáculo con el que el tentador quiere desanimarnos. En tal caso, se debe actuar de forma exactamente contraria a lo sugerido.
Ninguna prueba será superior a lo que nosotros podemos hacer. Pero no huir de las pruebas: ver qué significan para nosotros. La desolación es también una invitación a la gratuidad.
También es importante, cuando llega la prueba, “no hacer mudanza”, no cambiar, es decir, permanecer fuertemente unidos al Señor y no desviarnos del camino que nos conduce hasta Él. Así, con la gracia de Dios, podremos fortalecernos y seguir viviendo con mayor paz y libertad.
En la vida de la Madre Cándida
Claro que la M. Cándida vivió desolación. En no pocas ocasiones lee el desánimo y las dificultades como una treta del mal espíritu para hacerla desistir de llevar a cabo lo que ve como voluntad de Dios. Recordamos todos el episodio de la fundación del colegio de Tolosa y no menor, por menos conocida, fue la tentación cuando estaban con la fundación del colegio de Medina del Campo. Clarificador fue el diálogo con la madre María Igarategui:
– Rma. Madre, vámonos de aquí, porque no se puede resistir.
– Madre María, es el enemigo que lo quiere trastornar todo. No querría él otra cosa sino que dejáramos el proyecto y nos marcháramos. Pues ¿no es señal que esta fundación que se presenta con tantos trabajos es para gloria de Dios y salvación de las almas? Ya se verá, con el tiempo, qué agradable les será a Jesús y María esta fundación de San José de Medina del Campo.
«Donde Dios te llame» de María del Carmen de Frías Pág. 225
¿Y tú?
¿Cuáles son tus desolaciones recurrentes? ¿Qué haces con ellas? ¿Cómo y con quién las lees? ¿Qué te enseñan de ti, del Señor y del camino de la vida?
Lee y escucha aquí la catequesis completa: La desolación y ¿Por qué estamos desolados?.