Releyendo algunas páginas del libro de la Hija de Jesús Beatriz Macarro, «El P. Miguel San José Herranz y la congregación de las Hijas de Jesús», nos puede surgir la pregunta: ¿Dejamos nosotras que Dios posea nuestros corazones para que podamos realizar los planes que tiene previstos? (pág. 19)
Hoy, en el día que recordamos agradecidas el nacimiento del Padre Herranz, transcribimos cómo nos cuenta Beatriz los primeros encuentros entre la futura fundadora y el jesuita. Fueron en Valladolid, donde Juana Josefa servía en una casa y él vivía con sus hermanos por la expulsión de la Compañía de Jesús de la Península.
Ha terminado la Eucaristía y el Padre se dirige al confesionario. La joven se acerca a él. Comienza la primera manifestación de su conciencia. Desde el primer momento, siente el Padre algo especial al escucharla… A su pregunta si tenía vocación religiosa, una respuesta afirmativa. Luego añade con toda sencillez que ella era de condición humilde y que no sabía leer ni escribir.
A este primer encuentro se añadirán otros en el mismo lugar y por idénticas motivaciones: la exposición de sus sentimientos.
El P. Herranz, al ir entrando en el espíritu de aquella sencilla mujer, se daba cuenta de la gran riqueza interior que escondía en su corazón. De cada una de las entrevistas salía con una seguridad más cierta de que aquel era el humilde instrumento que el Señor había puesto en su camino para que lo que él venía madurando hacía tiempo pudiera hacerse realidad.
Ella se sentía comprendida y alentada, a pesar de su pobreza. Cada vez que salía de hablar con el P. Herranz, sentía que el horizonte se le iba despejando y crecía su confianza en que todo llegaría a buen puerto. Estaba en las manos de Dios.
La compenetración de los sentimientos que ambos experimentaban respecto a la fundación de un Instituto dedicado a la educación cristiana de la niñez y juventud era total. Había llegado hasta tal punto que no era fácil distinguir a quien de los dos pertenecía la idea. La misma M. Cándida siempre respondía: «Ni mía ni suya, exclusivamente, sino de los dos y al mismo tiempo».
Beatriz Macarro, FI – «El P. Miguel San José Herranz y la congregación de las Hijas de Jesús» págs. 23 y 24
Te animamos a que te dejes invitar por esta historia: ¿A quién expones tu sentimientos? ¿A qué te sientes llamada? ¿Quién acompaña el camino de tu fe?
Deseamos que el recuerdo y la gratitud al Padre Herranz, a nuestros orígenes, iluminen nuestro hoy y nos aporte claves para seguir siendo lo que Dios quiere de nosotras. ¿Te animas a compartirlas?
¡Feliz día del Padre Herranz!